Santa Ángela de Mérici. 1474-1540.

Quedó huérfana cuando aún era muy niña, se hizo Terciaria Franciscana y fundó la Comunidad de Hermanas Ursulinas en 1535. Fue la primera comunidad religiosa femenina para educar a niñas.

¡Oh! ¡Un mono que vuela!

C. S. Lewis nos da una buena pista para conocernos. Cuando muere su mujer, lleno de enfado hacia Dios, escribe en un cuaderno que tiene en la cocina sus desahogos. En uno de ellos se dirige a él directamente:

«A veces, Señor, se ve uno tentado a decir que si hubierais querido que nuestro comportamiento fuera como el de los lirios del campo (débiles pero preciosos) nos habríais dado una organización más parecida a la de ellos, pero supongo que [el hombre] es simplemente vuestro gran experimento. O no, quizá no es un experimento, ya que no tenéis necesidad de confirmar nada, mejor sería decir que es vuestro gran proyecto: crear un organismo que sea espíritu al mismo tiempo, crear esa formidable paradoja que es el animal espiritual, coger a un pobre primate, un orangután, una bestia con los nervios a flor de piel, una criatura cuyo estómago pide ser saciado, un animal reproductor que necesita a su pareja, y decirle “venga, y ahora conviértete en un Dios.”»

Cada hombre somos un plan atrevido de Dios que consiste, ni más ni menos, en tomar un animal y hacerlo espiritual. Está claro que no tenemos la estructura de un lirio del campo; más bien, compartimos la estructura del mono, del cerdo, del toro… tenemos la estructura de una bestia. Pero escogidos por Dios. Nos ha concedido un alma, un espíritu. Somos unas bestias peculiares porque tenemos espíritu sin dejar de ser bestias. En filosofía se nos llama animales espirituales, porque tenemos algo de animal y algo de espiritual.

 

¿Cuánto tenemos de cada uno? Si fuéramos a una clase de niños pequeños y tirásemos caramelos al aire, veríamos a los niños lanzarse en manada a pillar los caramelos; se darían patadas, saltarían de los pupitres, harían una melé para lograr más golosinas. Su comportamiento no sería muy diferente al de perros enjaulados luchando por un puñado de huesos. Así es. Cuando se es pequeño se tiene mucho de animal, pero su espíritu todavía no se ha desarrollado. Ese desarrollo de lo espiritual del hombre es lo que se logra, en parte, con la educación.

Educación viene de ex–ducere (ducere es conducir, y ex, afuera, arriba); es decir, sacar fuera, conducir hacia arriba, elevar, llevar lo que hay dentro de la persona al exterior, elevar al hombre sobre su animalidad… De modo que la educación logra que cada vez tengamos mayor porcentaje de ángel, y que los condicionamientos, los movimientos y las pasiones animales estén sometidos a nuestra libertad.

Se puede probar cuánto de ángel y cuánto de animal tiene una persona si atendemos lo siguiente: ¿Cuáles son las pasiones más fuertes en el animal? Los instintos, fundamentalmente el de conservación: conservarme yo (para eso comer y beber), y conservar la especie (para eso el instinto sexual). Éstos son los instintos más básicos que compartimos hombres y animales.

Saber cuánto de ángel y cuánto de animal tiene uno puede resultar fácil mirando estos tres apartados:

Cómo come: si lo hace desaforadamente, se le van los ojos detrás de la comida, empieza a comer sin esperar a que los demás se sirvan, no mira a los otros mientras come, se coge lo mejor y la mayor parte…

Cómo bebe: si es desmedido.

La forma de vivir su sexualidad: si mira más el cuerpo que el alma, si en ocasiones da rienda suelta al instinto, si usa el cuerpo suciamente, si no controlar la curiosidad, si busca el placer por el placer…

Señor, quiero que mi espíritu gobierne todo mi comportamiento. Me has creado para vivir tu vida. Lucharé para que mis instintos no me dominen, para que no me esclavicen. Por eso me mortificaré en la comida y en la bebida, y lucharé por vivir la pureza. ¿Cómo vivo estas tres cosas ahora? ¿Quieres que mejore? ¿Soy «educado»? Señor, educa mi espíritu.

Buen momento para comentar con Dios cómo comes, cómo bebes y cómo vives la sexualidad. Puedes terminar con la oración final.

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