Nuestra Señora de Montserrat, Advocación Mariana.

La Virgen de Montserrat fue declarada patrona de Cataluña y en el siglo IX se construyó el santuario con el mismo nombre. Se le llama Moreneta debido al humo de tantas velas encendidas en su honor como señales de su protección o como signo de pedirle favores o de acción de gracias.

Vivir al día

La oración del Padrenuestro contiene siete peticiones. La estructura es perfecta: las tres primeras se refieren al Reino de los cielos, las tres últimas a nuestras necesidades durante nuestro paso por este mundo; y en el centro, entre un grupo y otro —mejor, uniendo un grupo y otro—, la cuarta petición: «danos hoy nuestro pan de cada día».

El cristiano vive, no entre el cielo y la tierra, sino en el cielo y en la tierra. La cuarta petición marca el estilo de vida de estos ciudadanos: cada día piden el pan de ese día al cielo. Los discípulos de Jesús hemos sido enseñados por él mismo a no vivir de cálculos y seguridades terrenales, sino de los bienes que cada día nos da el Señor. Los discípulos de Jesús hemos aprendido desde el principio a vivir en un continuo intercambio con el Señor, contemplarle y confiar en él… cada día.

En esta oración, Jesús nos enseñó no sólo a dirigirnos al Padre con la boca, sino también con la vida: quien reza el Padrenuestro encuentra una falsilla para actuar. «Danos hoy nuestro pan de cada día»: es la oración de los que no acumulan, de los que no buscan la seguridad en ellos mismos, de los confiados, de los sencillos y pobres de corazón, de los que se conforman con lo suficiente, de los que no viven pendientes del tener porque les ocupan otros intereses mayores.

Duerme bien el cristiano: no le quita el sueño lo que ocurrirá mañana. «No os preocupéis por vuestra vida acerca de qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, acerca de qué os vestiréis…son las gentes del mundo las que se afanan por estas cosas. Bien sabe vuestro Padre que las necesitáis» (Lucas 12, 22-32) El cristiano sabe que el Señor es su guardián, guardián que «no duerme ni reposa» (Sal 121, 4). El dependiente de Dios es un loco irresponsable para el mundo, pues, en vez de tararear continuamente la tabla de multiplicar, prefiere musitar la cuarta petición. Sabe que aquella zona incontrolada del futuro no será oscura cuando llegue, pues también ese día caerá su pan cotidiano. Cada día el dependiente volverá a contemplar a su Dios, y cada día esperará de él su protección.

Estas afirmaciones pueden despertar cierto escepticismo en unos, pero en otros no hacen más que evocar recuerdos en los que así ocurrió: siempre Dios ha salido a su paso.

Quien no se cuelga de la cuerda, no sabe si aguanta su peso; sólo quien se cuelga de la cuerda puede pender de ella: quien corre el riesgo de confiar en Dios tendrá la experiencia de su protección y cuidado; quien no corre el riesgo, nunca lo sabrá.

Como dice el padre Kentenich: «No pretendamos tener la seguridad de una mesa, sino la del péndulo. Aquí en la tierra no hay seguridad alguna que pueda serenarnos. Sólo hay un péndulo que oscila en el aire. La solución de todos los problemas reside en la vinculación íntima, sencilla y filial al Padre.»

Danos hoy nuestro pan de cada día, Señor. Tú eres el Dios vivo, que vives siempre amando a cada criatura. Que no sea desconfiado, como si te dedicases a otras cosas o te echases de vez en cuando a reposar, como si no te importásemos tanto…. Tú, Señor resucitado, estás con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos. Confío en ti, pero aumenta mi confianza. ¿Qué me preocupa?, ¿qué no he abandonado todavía en tus manos?, ¿algo me intranquiliza o me quita el sueño? Que no sea tonto y confíe en ti.

Ahora te toca a ti hablar a Dios con tus palabras, quizá repasando si sabes vivir al día…

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