San Casimiro. 1458-1484.

Hijo del rey de Polonia, su gran trabajo apostólico fue extender la Religión Católica por Polonia y Lituania. La tuberculosis terminó con su vida con sólo 26 años.

¡Abuela, cállese!

Decía en cierta ocasión Teresa de Calcuta:

«A los ancianos les gusta que otros les escuchen. En algunos países tenemos grupos de colaboradores cuya principal ocupación es escuchar.

»Visitan determinados hogares, especialmente destinados a personas mayores, se sientan junto a ellos y dejan que hablen y hablen para darles la satisfacción de sentirse escuchados.

»Los ancianos, ya digo, gustan de que se les escuche aunque muchas veces no tengan nada importante que decir (importante para los demás, está claro; no para ellos): hablan a veces de cosas ocurridas hace mucho tiempo.

»Escuchar a alguien que no tiene quien le escuche es algo muy hermoso.»

Así es: el cristiano escucha, y escucha con toda su alma, escucha con el corazón, escucha con los ojos, escucha con todo el cuerpo… Y es que «para hablar de veras hay que mirar a los ojos del interlocutor».

Leía en una entrevista algo que me llamó la atención y confirma esto. La psicoanalista búlgara Julia Kristeva acompañó como periodista al octogenario papa Juan Pablo II cuando éste visitó su país durante el verano del 2002. «Que el hombre de carne y hueso esté extremadamente debilitado no debe hacernos olvidar —escribía a su vuelta— que el papa Juan Pablo II posee una capacidad de deslumbramiento excepcional, incluso para los que, como yo, no compartimos su fe.» Le había llamado la atención la apertura del Papa, manifestada en su forma de saludar, de escuchar, de estar: «Al ver cómo atiende un concierto con su cuerpo y su mirada, he podido darme cuenta en su último viaje de que su espíritu está intacto y presente en todo lo que hace. Además, ningún hombre de Estado manifiesta esa presencia sólo con su atención hacia los demás.»

Dios mío, ¿soy de los que escuchan? ¿Miro a los ojos cuando me hablan, o sigo trabajando en lo mío diciendo «¡caramba!», «sí, sí»… pero sin prestar atención? ¿Me cansa que me cuenten sus cosas? Si fuese capaz de querer más a las personas con las que me cruzo, sabría escucharles mejor. Dame tus gracias para que sea alguien que sepa escuchar.

Ahora te toca a ti hablar a Dios con tus palabras, comentándole lo leído o lo que quieras. Puedes decirle que deseas escuchar como él escucha… ¿Sabes escuchar, o enseguida desconectas porque te parece un rollo? ¿Evitas que algunos te cuenten sus cosas porque te aburre? ¿Hablas tú más que escuchas? Insístele en que te ayude a ser muy cristiano también en esto: son rasgos de la familia cristiana.

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