San Bertrán de Garrigue, Presbítero dominico.1195-1230

En el monasterio cisterciense de Boschette (o Vauluisant), cerca de Orange, en la Provenza en Francia. Uno de los primeros discípulos de santo Domingo y siempre fiel a sus consignas.

Bienaventurados los pobres de espíritu

«Había un rey que pidió a sus sacerdotes y sabios que le mostraran a Dios para poder verlo. Los sabios no fueron capaces de cumplir ese deseo. Entonces un pastor, que volvía del campo, se ofreció para realizar la tarea de los sacerdotes y los sabios. El pastor dijo al rey que sus ojos no bastaban para ver a Dios. Entonces el rey quiso saber al menos qué es lo que hacía Dios. “Para responder a esta pregunta —dijo el pastor— debemos intercambiarnos nuestros vestidos.” Con cierto recelo, pero impulsado por la curiosidad para conocer la información esperada, el rey accedió y entregó sus vestiduras reales al pastor y él se vistió con la ropa sencilla de ese pobre hombre. En ese momento recibió como respuesta: “Esto es lo que hace Dios.” Éste es el estilo de Dios: rebajarse a la condición humana, para que nosotros nos revistamos de la realeza de Cristo.»

¡Vestirnos de Dios! Para eso necesitamos no vestirnos con riquezas. Está claro que no hablamos de las ropas que abrigan el cuerpo, sino de las que visten el alma. Si el alma está vestida de vanidad, de fama y de ganas de tener, de preocupaciones por las cosas… entonces no podemos vestirnos de Dios.

La comparación que pone el salmista es tremenda: «El hombre en la opulencia no comprende, a las bestias mudas se asemeja» (49). Ése es el problema: si nos vestimos de riquezas y vivimos en la opulencia… no comprendemos a Dios, ni nada de lo que Dios nos dice, ni de lo que tenga que ver con la vida del espíritu: entendemos tanto como las bestias, y bestias que tampoco pueden comunicarse porque son mudas.

Es preciso desvestir el alma de esas cosas para vestirnos de Dios. A eso se refiere Jesús al decirnos «bienaventurados los pobres de espíritu porque ellos poseerán la tierra».

Se puede ser pobre de cosas materiales, pero también se puede ser pobre en recursos, pobre de ideas, pobre en salud, pobre de tiempo, de inteligencia, de virtudes, de simpatía… Jesús nos pide que seamos pobres de espíritu. La bienaventuranza que nos enseña Jesús es ésta: bienaventurados los pobres de espíritu. Así nuestro espíritu será habitado por Dios: él quiere darnos su Espíritu.

Un hijo de Dios puede decir que no tiene nada, pero tiene a Dios. Hay tantos que quieren mostrar ante el mundo sus habilidades, mostrar de lo que son capaces, aparentar… El cristiano, hijo de Dios, no necesita demostrar nada porque teniendo a Dios ya lo tiene todo.

Dios mío, te voy a repetir las palabras de santa Teresa:

Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia, todo lo alcanza;

quien a Dios tiene nada le falta: sólo Dios basta.

Eleva el pensamiento, al cielo sube, por nada te acongojes, nada te turbe.

A Jesucristo sigue con pecho grande, y venga lo que venga, nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana; nada tiene de estable todo se pasa.

Aspira a lo celeste, que siempre dura; fiel y rico en promesas, Dios no se muda.

Ámale cual merece, Bondad inmensa; pero no hay amor fino sin la paciencia.

Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera todo lo alcanza.

Del infierno acosado aunque se viere, burlará sus furores quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos, cruces, desgracias; siendo Dios su tesoro, nada le falta.

Id, pues, bienes del mundo; id, dichas vanas; aunque todo lo pierda, sólo Dios basta.

Ahora es el momento para preguntarle qué sería conveniente quitarte para vestirte de él. Si quieres, puedes repetirle el Nada te turbe de santa Teresa despacio, comentando algunas de las frases con él.

Ver todos Ver enero 2022