San Pío X, CCLVII Papa. Siglo XIX.

De tierras venecianas, fue sucesivamente sacerdote con cargo parroquial, obispo de Mantua y después patriarca de Venecia. Tras ser elegido Sumo Pontífice adoptó una forma de gobierno con la que quería instaurar todas las cosas en Cristo.

Tiene un nombre: santa María

Te copio de la carta de una monja al sacerdote que la consagró, cuando éste acaba de morir:

Cada 7 de octubre añoraré tu felicitación en mi aniversario de la profesión solemne, cuando tus manos sacerdotales me bendijeron.

Yo te desposo con Jesucristo,

Hijo del eterno Padre.

Recibe el anillo de la fe,

sello del Espíritu Santo,

para que te llames esposa de Dios.

… No me olvido de tu gran consejo en aquellos días:

Déjate querer, como la cera que se consume y se quema

para dar paso a la luz.

Pídeselo a María y, si no te oye, grítale:

¡Hágase en mí lo que tu Hijo quiera!

… Como un grandísimo regalo conservo la Homilía de la ceremonia de mi Profesión Solemne, escrita de tu puño y letra, con tinta negra, como a ti siempre te gustaba escribir. Aquí están tus mayúsculas para que hoy lo rememore…:

Tiene Dios que hacerte pobre y darte el amor para serlo,

tiene Dios que hacerte virgen y darte la alegría de serlo,

tiene Dios que hacerte obediente y darte la delicia de serlo.

Tiene que inmolarse en tu carne, ser víctima en tu carne

para dejarte más revestida de su hermosura,

poseída como amada elegida y consagrada,

por la riqueza, fecundidad y libertad de Dios.

Así será tu forma de ser virgen y de ser madre.

En cada una de tus muertes, Él te hará virgen —disponible… y madre— fecundidad desde el amor de Dios

Enmarcada en un verde azulado está la fotografía de ese día de fiesta, el más grande de mi vida. Yo acababa de firmar mi fidelidad hasta la muerte y tú, sacerdote de Cristo, acogías mi compromiso con el abrazo y el beso de la paz; en el centro, la sangre de Cristo como testigo.

Pero, por encima de todo, me mostraste con más claridad aún, que la senda por la que he de caminar tiene un nombre: santa María. Me lo escribiste ya hace algunos años para que quedara indeleble en mi memoria:

Ella es la Madre de la delicadeza,

del orden del alma,

los ángeles sólo contemplan;

y de contemplar nace

su cántico,

y su silencio,

y su mirada,

y su ofrenda.

Nada que no sea humano,

Nada que no sea divino…

Te voy a repetir, Señor, en forma de petición, la nota de la homilía arriba transcrita: «Tienes Dios que hacerme pobre y darme el amor para serlo, tienes Dios que hacerme virgen…»

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