San Apolinar, obispo y mártir. Siglo I

Discípulo de San Pedro, consiguió muchas conversiones, por ello fue desterrado pero él defendió su fe en diversos lugares  hasta la muerte.

Las etapas de montaña… con paciencia

Luka Brajnovic, periodista y profesor croata del que hablamos días atrás, tuvo que huir de su país para salvar su vida en 1945. Dejaba allí a su mujer y su hija que acababa de nacer. Pasaron doce años hasta que pudo volver a encontrarse con ellas. Durante ese tiempo intentó por muchos medios romper esa separación, sin conseguirlo.

En una ocasión, su mujer comentó al funcionario responsable correspondiente por qué no le concedían el pasaporte a ella y el visado de salida del país para poder unirse a su marido. «Mientras esta mujer frecuente abiertamente la Iglesia, y además lleve consigo a su hija, nunca obtendrá el permiso para emigrar», fue la respuesta que recibió. Ella escribió a su marido: «Me aseguran que nunca podré reunirme contigo, por no traicionar lo que me es más sagrado. Pero Dios es más fuerte que ellos.»

¡Qué grandes fueron los dos! Con traicionar su conciencia hubiesen podido vivir juntos. ¡Doce años separados, esperándose! Y la seguridad de que Dios es más fuerte. Así fue. Después pudieron vivir tantos años felices con sus hijos en España. Pero fueron fieles a su conciencia, supieron esperar, tuvieron paciencia. ¡Fueron fuertes!

Si has visto el Tour de Franciao cualquier otra competición ciclista, sabes el paralelismo que mantiene con la vida. Tres semanas de dura competición, los ciclistas recorren miles de kilómetros en etapas llanas o de montaña. Estas últimas son tradicionalmente las grandes etapas, las que levantan mayor expectación. Esos días los ciclistas sufren. Por eso, en ellas se prueba a los deportistas y se decide la victoria final. No deja de ser curioso que precisamente en esos días los espectadores y ciclistas disfruten de los momentos más intensos y que allí se gesten muchos de los grandes episodios del ciclismo.

En nuestra vida recorremos etapas llanas, sencillas, fáciles; las cosas «ruedan» sin contratiempos, e incluso con cierto viento a favor. Pero también hay etapas cuesta arriba en que se hace evidente la pendiente (nuestras pasiones, el ambiente, nuestra pereza, el desánimo, pruebas como la de mi profesor Brajnovic y su mujer). Y esos días son muchas veces los que valen la pena y donde mostramos cuánto valemos. Al terminar esas etapas disfrutaremos de estupendos paisajes y además contamos con ese gran espectador que nos mira y nos aplaude: Dios. En los momentos duros, necesitamos ser fuertes. Lo lograremos si somos fuertes todos los días en pequeñas cosas.

Jesús, ¿de verdad sigo pensando que tengo serias dificultades para tratarte? Durante las temporadas en que se me haga más cuesta arriba el trato contigo, el esfuerzo por vencer la pereza, por ser sincero, ordenado… o lo que sea, quiero brindarte brillantes etapas. Dios mío, disfruta viendo mis esfuerzos. Virgen fuerte, Virgen fiel, Virgen paciente, ruega por nosotros.

Ahora puedes seguir hablando con el Señor con tus propias palabras. Él te ve, te escucha y te comprende. Procura terminar con un pequeño propósito. Después puedes recitar la oración final.

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