Santa Atanasia de Egina, Viuda. Siglo IX.

Habiéndose casado por no disgustar a sus padres, perdió a su marido a los 16 días de su boda. Vendió cuanto poseía, y se retiró a un lugar solitario, donde edificó celdas que ocuparon algunas santas vírgenes que se pusieron bajo su dirección.

Un estilo de vida que decide… ¿quién?

«Alguien —o el viento—, de pronto, te arroja a la corriente de un río: gracias a la materia de que estás hecho, en vez de hundirte, flotas; eso ya te parece una victoria y por tanto, INMEDIATAMENTE, empiezas a viajar, te deslizas veloz según la dirección que te impone la corriente; de vez en cuando, a causa de alguna maraña de raíces, o de alguna piedra, te ves obligado a detenerte; allí permaneces un rato, golpeado por las aguas agitadas; después el agua sube y te libera, avanzas nuevamente; cuando la corriente es tranquila te mantienes en la superficie, cuando hay rápidos el agua te sumerge; no sabes hacia dónde estás yendo ni te lo has preguntado nunca; en los trechos más tranquilos tienes ocasión de observar el paisaje, las riberas, los matorrales; más que los detalles, ves las formas, los colores, vas demasiado rápido para ver más; después, con el tiempo y los kilómetros, las riberas son cada vez más bajas, el río se ensancha, todavía tienes márgenes, pero por poco tiempo. “¿Adónde estoy yendo?”, te preguntas entonces, y en ese momento se abre ante ti el mar.

»Gran parte de mi vida ha sido así. Más que nadar he manoteado desordenadamente.»

Esto escribe un protagonista de la novela Donde el corazón te lleve. Es posible que nos ocurra lo mismo.

Explicaba el cardenal Ratzinger en una conferencia qué significa «convertirse». Convertirse no significa únicamente «cambiar de religión», sino algo muy distinto que necesitamos hacer todos bastantes veces en la vida. Escribe: «Convertirse es dejar de vivir como viven todos, dejar de obrar como obran todos, dejar de sentirse justificados en actos dudosos, ambiguos, malos, por el hecho de que los demás hacen lo mismo; comenzar a ver la propia vida con los ojos de Dios; por tanto tratar de hacer el bien aunque sea incómodo; no estar pendiente del juicio de la mayoría, de los demás, sino del juicio de Dios. En otras palabras, buscar un nuevo estilo de vida, una nueva vida.»

¡Caramba! Estos días, cuando quizá algunos con quienes pasamos mucho tiempo, tienen otros planteamientos acerca del tiempo libre, del trato con amigos/as, del gasto del dinero, de la diversión…, a lo mejor vemos que tenemos que convertirnos. Nosotros no tenemos que vivir como la mayoría o hacer depender nuestro modo de comportarnos del juicio de los demás.

¡Qué gran reto para cada uno de nosotros buscar y encontrar un «nuevo estilo» en mi tiempo libre!: aprovechamiento del tiempo, ayudar a los demás, leer, dedicar más tiempo a alguien que lo necesite, deporte, mantener el trato con Dios… No conviene que nos lleve la corriente. Sea cual sea la circunstancia en la que nos encontremos, debemos nadar, ir en una dirección determinada, evitar que nos arrastre la corriente.

¿Vives tú tu propia vida, o te la viven los demás? El estilo de tu vida tienes que marcarlo tú: para eso conviértete todas las veces que haga falta. Y no olvides que los cristianos tenemos un estilo de vida que nos lleva a pasarlo muy bien, a ser los que más disfrutamos de las cosas, a divertirnos mucho… pase lo que pase.

Jesús, tú viviste treinta años en la tierra. Fuiste joven como yo. ¿Cómo fueron tus tiempos libres? ¿Cómo te comportarías si estuvieras viviendo en mis circunstancias? ¿Con mis padres, con mis amigos, con mis hermanos? Señor, voy a hablar contigo un rato sobre esto, porque es importante para mi vida.

Déjate preguntar por él, también para que te diga lo que piensa: ¿Nadas dirigiendo tu vida, buscando ir a alguna parte concreta? Hoy, por ejemplo, ¿has nadado?, ¿has luchado por algo concreto?, ¿tenías algún propósito para el día?, ¿te has esforzado hoy por nadar, para ser más santo, para vencerte en algo, para amar más a alguien, para aprovechar el tiempo? Si no nadas cada día te llevará la corriente del río, el ambiente, los caprichos o las fuerzas pasionales que en cada momento se despierten dentro de ti…

Ahora puedes seguir hablando a Jesús y María acerca de estas preguntas. Dile que sí necesitas convertirte… y que cuentas con él. Después termina con la oración final.

Ver todos Ver enero 2022