San Alferio, Abad. Siglo XI.

De la noble familia Pappacarbone, de Salerno. Tras recuperarse de una enfermedad, cumplió su promesa de dejar el mundo para vestir el hábito benedictino en Cluny, donde fue entrenado por San Odilio.

Discapacitados: un mensaje importante

El año 2000 fue muy especial. El Papa era entonces Juan Pablo II. El año estuvo salpicado de celebraciones y encuentros por el cambio de milenio. Los primeros días de diciembre tuvo lugar un momento muy especial: 7.500 discapacitados, en la basílica de San Pablo Extramuros —la más grande de Roma—, acompañados por sus familias, tuvieron una Eucaristía con el Papa. La orquesta Essagramma, compuesta por cincuenta músicos con discapacidades, se hizo cargo de los cantos. Algunos eran jóvenes autistas, otros con graves retrasos mentales, otros con importantes limitaciones físicas… Lecturas, oraciones de los fieles, procesión del ofertorio… todo fue realizado por personas con alguna discapacidad. También varios sacerdotes que concelebraron con el Papa padecían alguna.

El Papa estaba muy mayor y apenas andaba por su propio pie: en poco tiempo ya no pudo dejar la silla de ruedas. Una joven le saludó en nombre de todos: «Tu caminar cansado te hace también maestro de sufrimiento, pero de tu sufrimiento surge una sabiduría que, como la proa de un barco, surca las olas para trazar una estela que conduce al sentido de la vida y del sufrimiento.»

Fue una jornada muy especial. «Hoy —dijo el Papa al terminar— ha sido una de las celebraciones jubilares más significativas y queridas para mí.»

¿Por qué dice que es significativa? Lo explicaba así: «Toda persona marcada por una dificultad física o psíquica vive una especie de “adviento” existencial, la espera de una “liberación”, que sólo se manifestará plenamente para ella como para todos con el final de los tiempos. Sin la fe, esta espera puede asumir los tonos de la desilusión, del desaliento; apoyada por la palabra de Cristo, se transforma en esperanza viva y operante.» ¿Qué quería decir? Que los años que pasamos en esta tierra no son la vida entera. Los cristianos sabemos que la vida continúa. En esa nueva vida seremos liberados. Los discapacitados gritan al mundo la esperanza de esa liberación: saben que el sufrimiento no es definitivo, esperan que Dios transformará sus vidas.

Personas con minusvalías, con síndrome de Down, autistas, enfermos físicos o psíquicos… gritan a la humanidad un mensaje: ojalá sepamos escucharlo.

Es inevitable que su presencia nos haga preguntarnos por qué existe tanto sufrimiento. Y dice el Papa que siguió a Juan Pablo II: «… deberíamos consignar que el discapacitado tampoco es una criatura que no tendría que existir. Porque precisamente en su discapacidad reside su propio valor. Y el Cristo que se deja poner la corona de espinas y que dice de sí mismo: “Soy un gusano y no una persona”, también se ha situado dentro del tropel de discapacitados que traen un mensaje a la humanidad. Ellos, con su calidad de dolientes, de solicitantes de nuestro amor y de redispensadores de amor, pueden desempeñar también una misión específica: basta con que abramos los ojos.»

Una de las jóvenes se dirigió al Papa en aquella celebración y le dijo: «Nuestras almas han crecido porque no están contaminadas por la fuerza de la posesión, del éxito, o la conquista de los primeros lugares.» Así es: cuerpos demasiado impedidos que contienen almas tremendamente grandes.

Los cristianos tenemos debilidad por estos «cristos» del siglo XXI coronados con las espinas de la discapacidad. Nos hablan de esperanza, nos recuerdan que lo grande es el alma, que en la otra vida seremos liberados de los sufrimientos actuales.

Señor, que aprenda de quienes sufren. Que crezca en esperanza. Que valore más el alma que el cuerpo, que vea que cada uno de ellos solicita, pide, necesita de mi amor… y que se lo dé. Sólo con que nos ayuden a ser más generosos, su sufrimiento ya hace bueno al mundo. Te pido por ellos, y te pido que los cristianos nos volquemos en atenderles. ¿Les dedico tiempo?

Si quieres, repasa ahora con él los discapacitados que conoces, y coméntale lo leído.

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