Andrés, Apostol.

Hermano de Simón (San Pedro). Nació en Betsaida y fue primero discípulo de Juan Bautista. Predicó el Evangelio en Grecia y en otras regiones. Murió mártir, crucificado, en Acaya (Grecia).

La Virgen no se olvida

El marido de la baronesa de Belbey, en Francia, no practicaba la religión. La baronesa rezaba mucho para que se convirtiese su marido, pues conocía sus problemas de corazón y que podía morir repentinamente. Esta señora tenía la costumbre de adornar con flores una imagen de la Virgen que tenía en su casa. Su marido era el que se encargaba de cortarle las flores a su mujer, aunque no le importaba adónde fuesen a parar.

Efectivamente, el marido murió de forma repentina y sin poder recibir sacramento alguno. La pena de su esposa fue enorme: estaba desconsolada por el alma de su marido.

En cierta ocasión pudo ir a Ars, el pueblo en el que el cura era san Juan María Vianney. No se conocían de nada. En cuanto el cura vio a esta mujer advirtió su tristeza e inmediatamente le dijo: «¿Se ha olvidado usted de los ramos de flores que su marido ofrecía a la Virgen?»

La Virgen es una madre, la más madre. Y no se olvida de nada que hagamos en la vida por ella, aunque sea poco y con pereza. Como todas las madres, se contenta con nada. No dejemos de tener algún detalle cada día, por pequeño que sea.

Por ejemplo, hoy empieza la novena a la Inmaculada. El 8 de diciembre es una gran fiesta suya y los cristianos empezamos a prepararla hoy, nueve días antes. Piensa un pequeño detalle con ella para esta novena.

Madre mía, tú no te olvidas de nada. Y quiero no olvidarme estos nueve días de regalarte algo (concrétalo y se lo regalas ya, aunque sea algo muy pequeño; pero algo).

Comenta a María que deseas vivir estos días de la novena a la Inmaculada más unido a Ella. Si repasas lo leído, seguro que quieres agradecerle que Ella sea tan agradecida… Después termina con la oración final. 

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