Santa María Magdalena, discípula del Señor. Siglo I

Liberada por el Señor de siete demonios y convertida en su discípula, le siguió hasta el monte Calvario y mereció ser la primera que vio al Señor resucitado en la mañana de Pascua.

Porque amó mucho

Celebramos a uno de los amores más singulares que tuvo conoció Cristo en sus años de vida entre nosotros, la persona de María Magdalena. Esta mujer debió de pasar una temporada de su vida muy apartada de Dios. Se portó mal, parece ser que era prostituta. Y un buen día oyó hablar de Jesús, quizá le contaron algo; o ella misma vio cómo curaba a algún enfermo, y sintió que necesitaba que le curase la enfermedad de su alma. No sabemos qué le ocurrió; pero sí sabemos cómo fue su encuentro con el Señor, muy distinto al del «joven rico». La Magdalena se nos presenta como el gran contraste con el joven rico.

En su interior creció un sentimiento de culpa por su mala vida, de tristeza por transitar por un camino tan equivocado. Buscaba la felicidad y no la encontraba. Nos cuenta el evangelio de hoy que al ver a Jesús descubrió la solución a su problema. Y cuando Jesús se encontraba en casa de Simón el fariseo, que le había invitado a cenar, entró ella en la casa ante el asombro de todos. Se arrojó a los pies de Cristo, comenzó a llorar y, cuando quiso darse cuenta, los pies del Señor estaban empapados por sus lágrimas. En vano intentó secarlos con sus cabellos. Y, por último, derramó sobre ellos un frasco entero de perfume. ¡Qué modo más elocuente de manifestar lo que llevaba dentro! No dijo nada, pero el Señor la entendió perfectamente: «Le son perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho»(Lucas 7, 47).

María Magdalena y el joven rico. Una persona que sabe amar y otro que es demasiado egoísta. Una persona (María Magdalena) que primero amó equivocadamente, carnalmente, hasta que se encontró con Cristo; y otro que nunca supo de amor y su vida fue triste. Escoge tú, elige lo que quieres que sea tu vida: amar a Dios y a los demás, o amarte exclusivamente a ti mismo. Darte o vivir egoístamente. Del joven rico no se vuelve a hablar en todo el evangelio. A María Magdalena la vemos abrazada a los pies de la cruz del Señor, y es la primera persona a la que se aparece Cristo resucitado: tanto le quería, que antes que a los apóstoles se le aparece a ella.

Para seguir el camino de la Magdalena necesitamos imitarla: tratar a Jesús, descubrirle como le descubrió ella, ponernos a sus pies, reconocer nuestro corazón enfermo y sucio y pedirle perdón. Después, hacer lo que escribe san Pablo: «Os exhorto, hermanos, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable» (Romanos 12, 1-2); sí, es necesario que nuestros cuerpos los convirtamos en ofrenda a Dios. María de Magdala se equivocó, pero cuando conoció a Jesús rectificó.

¿Inviertes en tu vida cristiana? Oración, ser constantes en la oración y en las prácticas de piedad que cada uno nos hayamos propuesto. Puedes pensar cuánto tiempo dedicas en un año al estudio, a la universidad o al trabajo: cuántas horas al día, cuántas a la semana, cuántos meses al año… Y todo porque quieres trabajar y hacer algo interesante en la vida. Ahora piensa cuánto tiempo dedicas a Dios, a formarte como cristiano, si lees libros que dan razón de la fe… Además, él no te va a enseñar precisamente matemáticas o lengua, sino que te va a transformar, algo que importa mucho más que cualquier cosa en el mundo.

Te buscaré, Señor, cada día. No es posible tener relación personal entre dos sin dedicarse tiempo, es verdad… ¡pero a veces me cuesta tanto! Concédenos a nosotros, por la intercesión y el ejemplo de María Magdalena cuya fiesta celebramos, anunciar siempre a Cristo resucitado y verle un día glorioso en el reino de los cielos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Y ahora sigue tú hablando con tu Padre-Dios. Éste es el rato más importante: cuéntale y escucha.

Ver todos Ver enero 2022