San Felipe Neri, apóstol de Roma. 1515-1595

Amante de la oración, se consagró al Apostolado y reevangelizó la ciudad de Roma. Tenía el don de curación, predijo el porvenir en algunas ocasiones y experimentaba frecuentes éxtasis.

¡Guapa, guapa y guapa!

Me viene a la cabeza el fervor con que tanta gente, en la Semana Santa de Sevilla, gritaba al paso de la Macarena. «¡Guapa, guapa y guapa!» Con lo femenina que es nuestra Madre, podemos estar seguros de que le gustarán los piropos que le lancemos.

Lo que más guapa hace a nuestra Madre es que se deja embellecer por el amor de Dios. Su físico, su rostro, sus gestos… están informados por la gran belleza de Dios. Eso quiere decir lo que le decimos en cada Avemaría: «Llena eres de gracia», como explicaba Benedicto XVI: «… “llena de gracia”, y la gracia no es más que el amor de Dios; por eso, en definitiva, podríamos traducir esa palabra así: “amada” por Dios (cf. Lc 1, 28). Orígenes observa que semejante título jamás se dio a un ser humano y que no se encuentra en ninguna otra parte de la sagrada Escritura (cf. In Lucam 6, 7). Es un título expresado en voz pasiva, pero esta “pasividad” de María, que desde siempre y para siempre es la “amada” por el Señor, implica su libre consentimiento, su respuesta personal y original: al ser amada, al recibir el don de Dios, María es plenamente activa, porque acoge con disponibilidad personal la ola del amor de Dios que se derrama en ella. También en esto ella es discípula perfecta de su Hijo, el cual realiza totalmente su libertad en la obediencia al Padre y precisamente obedeciendo ejercita su libertad” (25 de marzo de 2006).

Llena eres de gracia, Madre mía. Quiero vivir cada día con más gracia de Dios, dejarme amar por él, ser su amado. Procuraré decirte algo —aunque sólo sea; ¡guapa!— cada vez que vea una imagen tuya. ¡Ah! y qué buena idea la de aquel que siempre que veía una chica guapa decía a María en su interior: ¡Tú sí que eres guapa!

Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído. Después termina con la oración final.

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