San Fidel de Sigmaringen, Sacerdote y Mártir. Siglo XVII.

Doctor en Derecho y profesor de Filosofía y Letras, se dedicó a defender gratuitamente a los pobres. Ante un intento de soborno por parte de otro abogado, dejó su oficio y entró de religioso capuchino, repartiendo sus riquezas entre los pobres.

Respetar a las gallinas

Un gobierno europeo publicaba recientemente una ley por la que se prohibía que las vacas fuesen trasladadas en camiones con poco espacio para cada una, y que si los viajes superaban las cuatro horas se les debía dejar un tiempo para descansar.

No entro a valorar la ley, pues no soy un experto. Pero sí habla de una sensibilidad que es muy cristiana. Por supuesto que el hombre es el dueño de la creación, que somos superiores al resto de las criaturas que pueblan el Planeta. Ahora bien, los animales son compañeros de nuestra existencia, son criaturas de Dios, tienen una dignidad. El hombre es el dueño de la creación, pero no puede ser un déspota que haga lo que se le antoje. Todas las criaturas tienen una dignidad que los hombres tenemos que saber respetar.

En una entrevista que hacían a quien más tarde sería elegido papa Benedicto XVI, hablaba de esto. Decía que los hombres deberíamos plantearnos hasta qué punto son correctas algunas prácticas, como esos criaderos de gallinas en los que jugando con la luz y la oscuridad se manipulan los ciclos para que las gallinas pongan más huevos, sin hablar de las condiciones de vida a las que se les somete.

Amamos la creación y a todas las criaturas. Nos servimos de ellas para nuestras necesidades, pero las respetamos. Y no sólo eso, sino que los hombres somos la boca de esas criaturas. ¿La boca? Sí.

En el libro del Apocalipsis se dice: «Alabad al Señor, sus siervos todos» (19, 5). Y los hombres alabamos a Dios por toda la creación. Como reza el libro de Daniel, rezamos este cántico:

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor… Sol y luna, astros del cielo, lluvia y rocío, vientos todos, fuego y calor, fríos y heladas, rocíos y nevadas, témpanos y hielos, escarchas y nieves, noche y día, luz y tinieblas, rayos y nubes… Bendiga la tierra al Señor.

Montes y cumbres, cuanto germina en la tierra, manantiales, mares y ríos, cetáceos y peces, aves del cielo, fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, Israel, sacerdotes del Señor, siervos del Señor, almas y espíritus justos, santos y humildes de corazón, Ananías, Azarías y Misael… Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Los cristianos prestamos nuestra voz a las criaturas para alabar a Dios, agradecer que haya hecho todo con sabiduría y belleza, orden y bondad. Nos alegra contemplar la creación, respetarla, y regodearnos en ella hablando bien a nuestro Dios y de nuestro Dios.

Podemos rezar la oración de san Francisco, y aprender de él a mirar las criaturas:

Alabado seas, mi Señor, por todas las criaturas, especialmente por mi señor hermano el Sol. Con su lumbre y su luz nos das el día ¡cuán bello es y esplendoroso! Él lleva tu representación ioh Dios Altísimo!

¡Alabado seas, mi Señor, por la hermana Luna y las Estrellas: en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas! ¡Alabado seas, mi Señor, por el hermano Viento, por el Aire y la Nube, por el Cielo sereno, el Nublado y todo Tiempo: con ellos sostienes a tus criaturas!

¡Alabado seas, mi Señor, por la hermana Agua, tan útil, tan humilde, tan preciosa y tan casta!

¡Alabado seas, mi Señor, por el hermano Fuego: por él nos alumbras la noche, y es bello y alegre, vigoroso y fuerte!

¡Alabado seas, mi Señor, por nuestra madre y hermana la Tierra, que nos mantiene y nos gobierna, nos da frutos diversos y flores de color y verde hierba!

Si quieres puedes seguir alabándole, con estas u otras palabras. Termina con la oración final.

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