San Perfecto de Córdoba, Presbítero y Mártir. Siglo IX.

Fue el primero de los mártires cristianos que ocasionó la persecución de Abd al-Rahman II, el emir de al-Andalus. Se lo vincula a la iglesia de San Acisclo, donde se formó y se ordenó sacerdote. Los musulmanes lo degollaron por traidor.

Chiara Lubich y la escayola

Chiara Lubich empezaba una meditación con estas palabras: «He visto un hombre escayolado en el corredor de un hospital. Tenía inutilizados el tórax y un brazo, el brazo derecho. Con el izquierdo se las arreglaba para hacerlo todo… como podía. La escayola era una tortura pero el brazo izquierdo, aunque estaba más fatigado por la noche, se robustecía trabajando por los dos.

»Nosotros somos miembros unos de los otros y el servicio recíproco es nuestro deber. Jesús no sólo nos lo ha aconsejado, sino que nos lo ha mandado. Cuando, por caridad, sirvamos a alguien, no nos creamos santos. Si el prójimo es impotente, debemos ayudarle, y ayudarle como él mismo se ayudaría, si pudiera. De otro modo, ¿qué clase de cristianos seríamos?

»Si después, cuando llegue nuestra hora, tenemos necesidad de la caridad del hermano, no nos sintamos humillados. En el Juicio Final oiremos repetir a Jesús: Estaba enfermo y me visitaste…, pues a Jesús le gusta ocultarse precisamente en el que sufre, en el necesitado».

Jesús nos lo ha dicho: nuestro comportamiento debe ser distinto al de los demás hombres, y la diferencia debe llamar la atención, hasta hacerles exclamar llenos de admiración: «¡Mirad cómo se aman!»

Sí. En nosotros deben ver que el amor vence la indiferencia y la comodidad, que Jesús ha resucitado y por eso es posible amar siempre, hacer por el otro lo que el otro no puede, hacer con el otro lo que solo no puede. Como dice San Pablo: «Nosotros, los robustos, debemos cargar con los achaques de los endebles y no buscar lo que nos agrada. Procuremos dar cada uno satisfacción al prójimo en lo bueno, mirando a lo constructivo. Tampoco Cristo buscó su propia satisfacción; al contrario, como dice la Escritura: “Las afrentas con que te afrentaban cayeron sobre mí” (Romanos 15, 13).»

Pero también damos testimonio del amor cuando nos dejamos ayudar. A veces la soberbia nos dice que debemos valernos por nosotros mismos, y no es así. No es humillante recibir ayuda, como no es humillar el prestarla.

Gracias, Jesús, por la ayuda que recibo, gracias porque has creado el corazón de los hombres bondadoso. ¿Se me nota que quiero a los demás? ¿Quiénes, a mi alrededor, tienen «un brazo» escayolado?

Ahora te toca a ti hablar a Dios con tus palabras, comentándole lo leído o lo que quieras.

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