Nuestra Señora del Rosario, Advocación Mariana.

Tiene su origen hacia el siglo IX, como una simplificación del Salterio y se extiende rápidamente por los laicos iletrados como una sencilla oración. El rosario es una corona de rosas que regalamos a nuestra Madre.

Un arma poderosa

Pablo VI fue papa en la segunda parte del siglo XX, tiempo en que hubo guerras: una guerra fría —estaba como congelada, no había tiros, pero un gran conflicto entre Rusia y Estados Unidos— y muchas guerras calientes en distintas partes del mundo. En este clima sorprendió que el Papa hablara de un arma poderosa de los cristianos. Se refería al Rosario.

Resulta sorprendente pero muy acertado. Los cristianos estamos en guerra. Queremos que el bien triunfe, queremos combatir el mal, el pecado, el odio, el egoísmo. Y un arma poderosa es el rezo del Rosario.

Como sabes, el Rosario es una oración en la que repetimos muchas veces las mismas oraciones: el Avemaría, el Padrenuestro, el Gloria. Decirle una y mil veces que ella es madre, llena de gracia y bendita entre todas la mujeres, que ruegue por nosotros ahora, que ruegue también en la hora de nuestra muerte. No usamos la coacción, ni argumentos difíciles… Sencillamente, como un niño pequeño, reconocemos que nosotros solos no podemos y que ella tiene que cuidarnos… con sencillez nos abandonamos en su cariño. ¡Ésa es nuestra arma poderosa!

El rezo del Rosario contiene el rezo de cinco misterios. Al enunciado de cada misterio continúa la oración de un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria. Como decía Pablo VI, cada misterio es poderoso. Mientras vamos por la calle a cualquier sitio, en el autobús o en el metro, podemos rezar un misterio del rosario, como quien prepara una bomba de bondad, y arrojarla sin que nadie la vea: por ese amigo que lo pasa mal, por un familiar que necesita ayuda, por un conocido que se deja dominar por el mal, por todos los que hoy morirán, por quienes están en los hospitales… Con el rosario vamos haciendo la guerra discreta y eficazmente.

Cuentan que Juan Pablo II, entre una visita y otra, en viajes, en esperas… tenía el hábito de empuñar un rosario y rezar misterios. En alguna ocasión un periodista le preguntó cuántos rosarios rezaba diariamente. Contestó que ese día iba por el cuarto rosario. Él conocía muchas necesidades y quería ayudar eficazmente. Lo hacía también así: con el arma poderosa.

Cuando a Teresa de Calcuta le entregaron el Premio Nobel, las cámaras de televisión le enfocaron mientras la presentaban y daban algún discurso. ¿Qué se vio? Que ella estaba sentada en su sitio con un rosario en la mano, pasando avemarías.

Hoy, 7 de octubre, celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. El mes de octubre, por eso, es el mes del Rosario. Ojalá cojamos la costumbre de rezar todos los días de este mes, al menos, un misterio del Rosario; quizá, aprovechando nuestros desplazamientos. Y ojalá al principio de cada misterio le digamos a María el destino de esa bomba de bondad y de gracia: ¡Por este asunto! Cuánto podemos ayudar sin que se vea.

Dios te salve, María, llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Gracias, Madre, por escucharme cada vez que te digo estas palabras.

Puedes comentar ahora con María que usarás de esta arma poderosa, que te consiga más fe, cuándo puedes rezar algún misterio, y que te gustaría decirle con cariño cada Avemaría.

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