El Dulce Nombre de María. Fiesta.

Tras la celebración de la fiesta de la Natividad de la Virgen María el pasado día 8 de septiembre, ahora llega la fiesta de su nombre. Se celebra hoy por la tradición judía de presentar al recién nacido en el templo a los pocos días de nacer.

La comunión de los santos

El tiburón es un animal que goza de una extraordinaria finura de olfato para la sangre. La sangre le atrae. No se anda con contemplaciones y destroza a su víctima. A algunos hombres se les llama tiburones porque tienen la habilidad de aniquilar al débil, de aprovecharse del herido. En fin, que si uno está débil, su peor enemigo es el tiburón. El tiburón no con-vive, no vive-con, es un animal solitario porque si hay otro se lo devora.

Jesucristo propone otro estilo de vida. Cuenta John Magee, secretario de Pablo VI, que el día antes de su muerte, a las tres de la mañana, el Papa tocó la campanilla de su habitación. Estaba sentado y respiraba con dificultad. Se le dio oxígeno y al rato respiraba mejor. Al verle tan mal, el secretario quiso romper el silencio y le dijo: «Santidad, podemos rezar juntos ahora.» El Papa contestó: «Pero no por mí, por la Iglesia.»

Mientras en una sociedad de tiburones unos se abandonan a otros, los que aman se unen y se fortalecen. Es cierto que los hijos de este mundo puedan ser más listos que los hijos de la luz —los cristianos—, pero desde luego los cristianos les llevamos ventaja en la unión que tenemos y que generamos.

El papa Benedicto XVI explica que el hombre se dirige a Dios no en solitario sino formando una comunidad, un pueblo. Porque, incluso, lo que es bueno —como es la búsqueda de la santidad— se puede volver egoísta, se puede convertir en soberbia y orgullo. Para que un acto tenga el sello de la bondad debe estar dirigido por la caridad. El santo hace santos, la santidad no se encierra en sí misma sino que se abre a la comunidad, le hace sentirse parte de un pueblo, el suyo.

En la Iglesia nadie está solo, la Iglesia es una gran familia. En otros ámbitos, si una cosa está mal se quita, se destruye. En cambio en la Iglesia no es así. Dice san Pablo: «Si padece un miembro, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es honrado todos los otros a una se gozan» (I Corintios 12, 26).

Somos una comunión. La comunión quiere decir que no hay dos partes separadas, sino que todos formamos un todo. Dios se une tomando nuestra naturaleza y asume nuestros pecados como suyos, se hace pecado para librarnos del pecado. Cristo está involucrado en nuestro destino y ya nunca nos dejará. Esto es la comunión de los santos. Es de santos porque nos une todo menos el pecado. El pecado es lo que separa, lo que te arrebata la comunión, es la excomunión. Por eso mismo en esta comunión se ayuda a no caer en el pecado.

Pensemos un momento: ¿soy tiburón, o tengo el comportamiento de Pablo VI?

Señor, si el esfuerzo por vivir las bienaventuranzas no me lleva a vivir más unido a los demás, es que no las he entendido. Quiero vivir unido a todos los hombres, meter sangre buena en este cuerpo que es la Iglesia: con mi lucha y mi amor, sé que elevo la vida espiritual de la Iglesia. Gracias porque todos estamos unidos, gracias porque me beneficia la vida de tantos otros, gracias porque me has hecho responsable de la vida de los demás.

Ahora puedes comentar con él si eres algo tiburón… o si, como Pablo VI, vives unido incluso con quienes no conoces.

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