San Policarpo de Esmirna, Obispo y Mártir. Siglo II.

Conoció de cerca al apóstol Juan. Se nos presenta, por tanto, como testigo de la vida apostólica. Se mantuvo escondido por su desconfianza en sí mismo. Cuando fue descubierto, se le exhortó a renegar de su fe, negándose a ello, por lo que fue quemado vivo.

Colectas necesarias

Clave tiene que ver con llave. La clave de un ordenador es la llave que me permite acceder: la clave abre la puerta del ordenador. El cristianismo también tiene una clave que tiene cuatro caracteres: a-m-o-r. No es una horterada, es otra forma de decir que si no amo a los demás me falta la llave y, como consecuencia, Cristo y lo que él dice no me resultarán accesibles… Eso sí, conoceré el cristianismo como quien conoce un hotel porque lo ha visto desde la calle o un museo desde la acera: desde fuera. Pero para conocer a Cristo desde dentro es imprescindible amar al prójimo.

Un juego de cartas poco conocido tiene una regla muy original: si dices la palabra dos pierdes, lleves las cartas que lleves. El cristianismo tiene una regla parecida: si hacemos muchas cosas pero no las hacemos por amor a los demás y a Dios, hemos perdido.

Un día se le acercó a Jesús un experto en temas religiosos —un doctor de la ley judía— y le preguntó cuál era el primer mandamiento de la ley. Jesús contestó sin dudarlo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente» (Mateo 22, 37).

Resulta desconcertante: ¿cómo es posible que un doctor de la ley no sepa cuál es el primer mandamiento dado por Dios en el Sinaí a Moisés? Muy sencillo: los judíos se habían «liado» un poco con miles de preceptos y un montón de opiniones según las diferentes escuelas que interpretaban y enseñaban la ley de Dios. Unos decían que lo más importante era guardar el sábado, otros que la circuncisión, otros que las ofrendas en el templo… Por eso, este doctor de la ley —que debía de ser buena persona— ante la respuesta del Señor se queda lleno de alegría y le felicita a Jesucristo por lo claro de su respuesta.

Decía Teresa de Calcuta: «La más grande enfermedad hoy en día no es la lepra ni la tuberculosis, sino el sentimiento de no ser reconocido. Hay más hambre en el mundo por amor y por ser apreciado, que por pan.»

¿No te parece que ésa puede ser la razón por la que en el mundo hoy cuesta entender tanto a los cristianos? A muchos falta la clave a-m-o-r. Será mejor que hagamos colectas de amor más que de alimentos. Por ejemplo: los deficientes mentales, los enfermos incurables, los inválidos, los ancianos… son personas que colectan amor, y hacen un gran bien al mundo recolectando amor. ¡Y a veces los aparcamos, los alejamos para que les cuiden otros por dinero, y no dejamos que nos hagan bien!

Dame la clave, Jesús: quiero amar a mi hermano al que veo para entrar en el mundo de mi Padre Dios a quien no veo. Que dé amor, que colecte amor, que ofrezca mi amor a los que lo necesitan… Que los cristianos —la Iglesia— llenemos el mundo de amor.

Y ahora sigue tú hablando con tu Padre-Dios. Ésta es la parte más importante: cuéntale y escucha.

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