San Jorge, Mártir. Siglo IV.

Según la tradición, el santo era un caballero cristiano que hirió gravemente a un dragón que aterrorizaba a los habitantes de una pequeña ciudad. San Jorge dijo que bastaba con que creyesen en Jesucristo para que el dragón muriese. Es patrono de Inglaterra.

El franciscano preso número 16670

Auschwitz fue el campo de concentración más grande creado por los nazis. Ahora lo han convertido en un museo. Allí se señala el lugar donde estuvo encerrado Maximiliano Kolbe. ¿Por qué es famoso este polaco que Juan Pablo II canonizó?

Kolbe, nacido en 1894, decidió ingresar en un convento franciscano a los 16 años. Después de hacer dos doctorados en Roma, aparte de dar clases en el seminario, fundó la Milicia de la Inmaculada. En 1927 fundó una pequeña ciudad, llamada Niepokalanów —la Ciudad de la Inmaculada—, con un convento, radio, imprenta y un servicio de bomberos. Trabajaban unas tres mil personas que vivían allí; todos sus trabajos eran para difundir la devoción a María; aparte de la radio, publicaban un par de revistas dedicadas a la Virgen con una grandísima difusión. Más tarde fue como misionero a Japón, donde hizo una fundación similar.

El año 1936, estando en Niepokalanów, fue apresado junto a otros frailes y enviado a campos de concentración en Alemania y Polonia. Poco tiempo después, el día de la Inmaculada, es liberado. En 1941 es hecho prisionero otra vez y enviado a la prisión de Pawiak, y luego al campo de concentración de Auschwitz, donde prosiguió su ministerio a pesar de las terribles condiciones de vida. Los nazis trataban a los prisioneros de una manera inhumana y los llamaban por números; a San Maximiliano le asignaron el número 16670. A pesar de los difíciles momentos en el campo, su generosidad y su preocupación por los demás nunca le abandonaron.

Las normas del campo ordenaban que los prisioneros fueran guardianes unos de otros. En julio de 1941 hubo una evasión del campo de concentración. Como castigo, impusieron que se ejecutara a diez hombres por el prisionero que se había escapado. Hicieron el sorteo 1-2-3-4… 9… 10 y al que le correspondió el número 10 se oyó un grito desgarrador: «Dios mío, yo tengo esposa e hijos. ¿Quién los va a cuidar?» Era Francis Gajowniczek, un hombre casado y con hijos pequeños. En ese momento, Maximiliano levantó la mano haciendo una señal a los guardias, y el oficial le dijo: «¿Qué es lo que quiere ahora este cerdo polaco?»

El padre Kolbe dijo al oficial: «Yo me ofrezco para reemplazar al compañero que ha sido señalado para morir de hambre.» El oficial le respondió: «¿Y por qué?» «Porque él tiene esposa e hijos que lo necesitan. Yo soy soltero y solo, y nadie me necesita» El oficial dudó un momento y respondió: «Aceptado.»

Maximiliano Kolbe fue llevado con sus otros nueve compañeros a morir de hambre en un subterráneo. Aquellos tenebrosos días fueron de angustias y agonías continuas. Maximiliano animaba a los demás y rezaba con ellos. Poco a poco fueron muriendo uno tras otro. Después de diez días, sólo él sobrevivía. Como los guardias necesitan ese lugar para otros presos, le pusieron una inyección de cianuro y lo mataron. Era el 14 de agosto de 1941.

En 1983 el papa Juan Pablo II visitó Niepokalanów, fundada por Kolbe. Al comienzo de su homilía dijo: «“Nadie tiene amor mayor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13): así dice Jesús al despedirse de los Apóstoles en el Cenáculo, antes de encaminarse hacia la pasión y la muerte. “Sabemos que hemos sido trasladados de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos”, repetirá después el apóstol Juan en su primera Carta (1 Jn 3, 14). Y concluirá: “En esto hemos conocido la caridad, en que Él dio su vida por nosotros; y nosotros debemos dar nuestra vida por nuestros hermanos» (1 Jn 3,16).» Esto fue lo que vivió Maximiliano Kolbe.

Resulta interesante considerar que éste fue su final. Lo que quizá saben menos personas es algo que vivió en su comienzo. En sus años de seminario coincidió con uno de sus hermanos. En un momento determinado, Maximiliano llegó a convencerse y convencer a su hermano de abandonar el seminario. ¿La noche oscura del alma?, ¿temor ante un reto que él se tomaba tan en serio que le pareciera por encima de sus fuerzas?, ¿dudas? Cuando iban a hablar con el superior, por casualidad, llegó a verlos su madre, llena de alegría. Con satisfacción les cuenta que el hermano menor también va a entrar en la orden. La madre les asegura que ella siempre rezaría por sus hijos. Abrazos y lágrimas dieron más intensidad a sus palabras.

Aquella visita disipó todas las dudas en los corazones de los hermanos. Nueve años más tarde, desde Roma, recuerda aquella visita en una carta a su madre y la considera un «regalo salvador, providencial, de la Inmaculada».

Los santos no han vivido sin dificultades, dudas, tentaciones, inseguridades… Es importante recordar siempre que Jesús ha resucitado, que unidos a él podemos crecer en esas situaciones, que ser santos es para nosotros: tenemos que saber aguantar el tirón. El Espíritu Santo nos va transformando, pero poco a poco. Si seguimos adelante, va agrandando nuestro corazón hasta que, como Maximiliano Kolbe, desearemos dar la vida por los demás, por cualquiera, porque amaremos a todos. Pero… poco a poco… él actúa: él es quien nos transforma.

María Inmaculada, quiero darte a conocer a muchos. Ayúdame a dejarme transformar, como Maximiliano Kolbe, para que cada día dé mi vida por los que tengo al lado con detalles concretos de servicio, ayudándoles, escuchándoles, trabajando bien, sonriendo… Que sepa tener esperanza y saber esperar en los momentos de crisis, cuando las cosas no las vea claras, cuando me invada el desánimo o la inseguridad. San Maximiliano Kolbe, ruega por nosotros.

Comenta con él si quieres cómo has vivido tus crisis, y termina con la oración final.

Ver todos Ver enero 2022