San Narciso de Jerusalén, Obispo. Siglo I.

Obispo en el concilio de Cesarea, cuando se unifica con Roma el día de la celebración de la Pascua. El obispo fue acusado por envidia de un crimen. El obispo deja el cargo y se retira a la soledad, pero perdonando a sus envidiosos difamadores.

El vanidoso

«El segundo planeta estaba habitado por un vanidoso:

—¡Ah! ¡Ah! ¡Un admirador viene a visitarme! —gritó el vanidoso al divisar a lo lejos al principito.

Para los vanidosos todos los demás hombres son admiradores.

—¡Buenos días! —dijo el principito—. ¡Qué sombrero tan raro tienes!

—Es para saludar a los que me aclaman —respondió el vanidoso. Desgraciadamente nunca pasa nadie por aquí.

—¿Ah, sí? —preguntó sin comprender el principito.

—Golpea tus manos una contra otra —le aconsejó el vanidoso.

El principito aplaudió y el vanidoso le saludó modestamente levantando el sombrero.

“Esto parece más divertido que la visita al rey”, se dijo para sí el principito, que continuó aplaudiendo mientras el vanidoso volvía a saludarle quitándose el sombrero.

A los cinco minutos el principito se cansó con la monotonía de aquel juego.

—¿Qué hay que hacer para que el sombrero se caiga? —preguntó el principito.

Pero el vanidoso no le oyó. Los vanidosos sólo oyen las alabanzas.

—¿Tú me admiras mucho, verdad? —preguntó el vanidoso al principito.

—¿Qué significa admirar?

—Admirar significa reconocer que yo soy el hombre más bello, el mejor vestido, el más rico y el más inteligente del planeta.

—¡Si tú estás solo en tu planeta!

—¡Hazme ese favor, admírame de todas maneras!

—¡Bueno! Te admiro —dijo el principito encogiéndose de hombros—, pero ¿para qué puede interesarte que te admire?

Y el principito se fue.

“Decididamente, las personas grandes son decididamente muy extrañas”, se decía para sus adentros durante el viaje.»

¡Así de ridículo es el vanidoso! Ojalá nos decidamos a no ir buscando por ahí aplausos, reconocimientos, elogios, adulaciones… Hacer las cosas para que nos vean otros, para que hablen bien de nosotros, para destacar, para quedar bien… es vanidad ridícula, es hacer hueca nuestra vida.

La vanidad es uno de los pecados que tienen su cabeza en la soberbia. Contra soberbia, humildad. Es tontería la vanidad pues, como dice la Escritura, «Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón» (1S 16, 7).

Líbrame, Jesús mío,

del deseo de ser apreciado,

del deseo de ser alabado,

del deseo de ser honrado,

del deseo de ser ensalzado,

del deseo de ser preferido,

del deseo de ser consultado,

del deseo de ser aprobado,

del deseo de ser aplaudido,

del temor de ser humillado,

del temor de ser despreciado,

del temor de sufrir rechazos,

del temor de ser calumniado,

del temor de ser olvidado,

del temor de ser ofendido,

del temor de hacer el ridículo,

del temor de ser acusado.

Ahora es el momento importante, en el que tú hablas a Dios con tus palabras, comentándole los aspectos en los que eres vanidoso. Cuando lo hayas hecho, termina con la oración final.

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