Santa Prisca o Priscila, Mártir. Siglo I.

Nace en Roma y con 13 años es encarcelada por su religión. Tras torturarla muere decapitada. Sus restos se conservan en la iglesia que lleva su nombre en Roma.

El arte de volar con aviones de papel

Una de las escenas más crueles del libro El Principito es cuando el protagonista que narra la historia está arreglando su avión, que le ha dejado tirado en mitad del desierto. Es entonces cuando aparece el pequeño príncipe y se ríe de él por necesitar esa chatarra para volar. Dice así:

«Me costó mucho tiempo comprender de dónde venía. El principito, que me hacía muchas preguntas, jamás parecía oír las mías. Fueron palabras pronunciadas al azar, las que poco a poco me revelaron todo. Así, cuando distinguió por vez primera mi avión (no dibujaré mi avión, por tratarse de un dibujo demasiado complicado para mí) me preguntó:

»—¿Qué cosa es esa?

»—Eso no es una cosa. Eso vuela. Es un avión, mi avión.

»Me sentía orgulloso al decirle que volaba. Él entonces gritó:

»—¡Cómo! ¿Has caído del cielo?

»—Sí —le dije modestamente.

»—¡Ah, qué curioso!

»Y el principito lanzó una graciosa carcajada que me irritó mucho. Me gusta que mis desgracias se tomen en serio. Y añadió:

»—Entonces ¿tú también vienes del cielo? ¿De qué planeta eres tú?

»Divisé una luz en el misterio de su presencia y le pregunté bruscamente:

»—¿Tú vienes, pues, de otro planeta?

»Pero no me respondió; movía lentamente la cabeza mirando detenidamente mi avión.

»—Es cierto, que, encima de eso, no puedes venir de muy lejos…».

A veces pensamos que para hacer bien la oración y tener una relación propia con Dios son necesarias muchas palabras y fórmulas solemnes o complejas. A la hora de la verdad nos fallan y, sin quererlo nosotros, nos abandonan en mitad de un desierto. Parece que no sabemos decirle nada, ni qué hacer para quererle o sentir o lo que sea necesario hacer para estar a gusto delante de él.

Como contrapunto, están los niños que sin esfuerzo, sin necesidad de cacharros ni de nada, son capaces de ascender con sencillez y sinceridad a alturas insospechadas en su relación con Dios. Al ver todos nuestros esfuerzos no dejan de preguntarnos: «¿De verdad que has venido volando en eso? ¿De verdad que hace falta tanta palabrería y esfuerzo para hablar con Alguien que es tu Padre?»

Nos has pedido que seamos como niños, Jesús, y he de reconocer que de tanto hacerme el mayor… he perdido la facilidad de ser niño. ¿Podrías ayudarme a dejar de ser —en lo que se refiere a mi alma— un pavo adolescente?

Háblale con sencillez, como quieras, con tus palabras… «Incorrectamente» si quieres: no te preocupes. Desahógate, sé cercano con él… ¡Y dale gracias por poder hacer oración!

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