Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, Advocación Mariana.

“Es preciso acuñar una medalla según este modelo; cuantos la llevaren puesta, teniendo aplicadas indulgencias, y devotamente rezaren esta súplica, alcanzarán especial protección de la madre de Dios”

El cielo

Sin muchas precisiones teológicas, un chico de quinto cuso de Educación Primaria cuenta cómo se imagina el cielo:

«Era una noche tranquila. Mientras venía del trabajo en mi coche se me apareció por el camino un gran camión que iba a adelantar a un coche y me precipité a una farola. Perdí el conocimiento. Cuando desperté dije:

—¡Anda!, ¡si estoy muerto!

Estaba en el hospital y me vi ahí muerto. Un ángel se me apareció y me dijo:

—Ven, te llevaré al cielo.

Me fui con él, le pregunté cómo se llamaba y me contestó:

—Félix.

— Entonces, tú eres mi Ángel de la Guarda.

—Pues claro —me contestó.

Llegamos a las puertas del cielo y me dijo que esperara allí y Félix desapareció.

Se me apareció un ángel y resultó ser, nada más y nada menos, que el Arcángel San Gabriel, me saludó y me dijo que esperara y rellenara una ficha para poder ir al Juicio final.

En la ficha ponía:

NOMBRE:

MUERTE:

EDAD:

Lo rellené todo y se lo entregué al Arcángel. En ese momento me emocioné porque iba a ver a Dios. Entré en la presencia de Dios y me preguntó:

—¿Pecados?

—Ninguno mortal y unos doscientos veniales.

—Bueno —me dijo Dios— irás cinco meses al Purgatorio.

De pronto se abrió un agujero entre las nubes y caí en el purgatorio. Un ángel me dijo que para salir de allí antes de los cinco meses, tendría que llenar el vaso de las “buenas obras” que allí me dieron.

Comencé a rezar y rezar, y el vaso subía y subía. A los dos días el vaso se llenó un poquito, los otros días se llenó mucho más rápido; me expliqué esto cuando miré hacia abajo, a la tierra, y vi a toda mi familia rezando por mí. Sólo quedaban tres mililitros y el vaso se llenó. Por fin había terminado, la puerta grande se abrió y salí. Cuando llegué al cielo San Pedro me dio una corona brillante y me dijo:

—Esto te nombra como espíritu de Dios.

—¡BIEN! —grité yo—. Entré en el cielo y allí había personas “superfamosas”. Cleopatra, Moisés, Billy el Niño… Todos estaban en el bar celestial hablando. De pronto oí la voz de mis padres:

—¡Hola, papá!, ¡Hola, mamá! —Nos saludamos con—mucha alegría y nos fuimos a dar una vuelta por el cielo, me enseñaron muchas cosas. En un sitio desde el que se veía el infierno, miré allí y vi a la gente que estaba sufriendo, yo quería ayudarlos pero no podía.

La verdad es que tengo mucha suerte de estar EN EL CIELO.»

Dios, Padre mío, que me dé cuenta de que lo importante en esta vida es pasar de aquí al cielo. Que aproveche todo (trabajo, frío, hambre, calor, dolor, amistades…) para ir ganando el cielo día a día. Madre mía, gracias y cuídame más.

Ahora puedes seguir hablando a Jesús y María con tus propias palabras, comentándole algo de lo que has leído. Repítele que quieres ir al cielo, y que todos tus familiares, amigos, conocidos… y todas las personas del mundo también.

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