Santa Cristina, virgen y mártir

Hija de un gobernador pagano pero otras mujeres le enseñaron vida y obra de Jesucristo. Por lo que el padre, la sometió a sufrimientos de los que la libró el Señor, el padre murió de un sofoco y otros gobernadores le dieron muerte.

Sencillo como la vida misma…

Era sacerdote desde hacía tan sólo unos meses. Iba andando por Bilbao hacia mi casa cuando un coche para a mi altura. Baja la ventanilla una señora y me felicita por ser sacerdote y por ir vestido de sacerdote… Sigo mi camino crecido por dentro. Unas calles más adelante, cinco minutos más tarde, me cruzo con una pareja que a mi paso me insultan diciendo que a ver cuando dejamos de existir, chupópteros de la sociedad que vivimos del cuento. En un rato había oído una cosa y su contraria.

Me acordé del Cura de Ars. Fue seriamente difamado. Más de una vez, algunos amigos le sugirieron que hablase en su defensa. Pero él siempre optaba por callarse y, para dar razón de su silencio, refería una anécdota sacada de su libro favorito, la Vida de los Santos.

«Un santo dijo un día a uno de sus religiosos:

—Ve al cementerio e injuria a los muertos. El religioso obedeció, y al volver le preguntó el santo:

—¿Qué han contestado?

—Nada.

—Pues bien, vuelve y haz de ellos grandes elogios.

El religioso obedeció de nuevo.

—¿Qué han dicho esta vez?

—Nada tampoco.

—¡Ea! —replicó el santo, tanto si te injurian como si te alaban, pórtate como los muertos.»

Tiene razón. Hay una virtud a la que llamamos sencillez que tiene mucho que ver con esto. Quien tiene esta virtud no se complica la cabeza con todas las jugadas de ajedrez posibles si mueve tal pieza: lo que pensará fulano y mengano, su reacción, cómo me calificará… El sencillo hace lo que le parece bien, sólo le preocupa su conciencia, el criterio de Dios. Sabe que un día gusta a uno y otro a otro, pero le da igual. No se arrima al sol que más calienta. Es sencillo como la vida misma: hace lo que le da la gana.

Lo contrario a la sencillez es la complicación del que da vueltas y mil vueltas a cada cosa que dice, o a cada prenda de ropa que se pone, o cada cosa que hace… Antes de telefonear se come la cabeza con lo que va a decir y cómo. Lo que hacen los demás lo mira y remira de todas las maneras posibles imaginando los mil motivos por los que hizo aquello o lo otro.

El sencillo es más amable. Sí. Se nota que es más fresco, auténtico, espontáneo, es más libre. Se mueve sin las tensiones de la complicación. El sencillo atrae.

Dicen que la sencillez es como la guinda del pastel, es decir, una virtud que viene como al final, un adorno que sigue a cierta perfección. Conviene que le pidamos a la Virgen María, ejemplo de sencillez, que nos lleve por este camino que es tan sano para uno mismo, para la salud del alma y de la cabeza, y es tan cómodo para los amigos y familiares… Todos agradecen vivir con gente sencilla.

Jesús, no quiero que haya complicación en mi vida. De hecho la hay, pero cuento contigo para ir alcanzando la virtud de la sencillez. Pondré de mi parte. Tú hazme darme cuenta de mis complicaciones. Gracias. Santa María, ruega por nosotros.

Ahora puedes seguir hablándole y preguntarle si te ve complicado. Ojalá llegues a concretar con Él qué hacer para ser más sencillo.

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