Santa Viridiana, Virgen y Reclusa. Siglo XIII.

De la Toscana, de la noble familia de los Attavanti y coetánea de San Francisco de Asís. Peregrinó a Compostela y, a su regreso, vivió reclusa en una celda durante 34 años. Su culto fue aprobado por Clemente VII en 1533.

Será otro en mí quien sufra por mí

Son famosas las actas del martirio de Felícitas y Perpetua. Corría el año 204. La primera era esclava de la segunda, y las dos se convirtieron al mismo tiempo. Por ser catecúmenas fueron encarceladas en Cartago (al norte de África) y echadas a las bestias en un circo para dar un espectáculo con ocasión de unas fiestas. Las dos se bautizaron en la cárcel. Felicidad estaba embarazada de ocho meses. Antes de martirizarla debía dar a luz, pues el derecho prohibía martirizar mujeres embarazadas. Todos los cristianos, cuentan las actas, rezaron juntos pidiendo a Dios que diera a luz. Así lo cuentan:

«Apenas hubieron terminado la petición, Felícitas fue asaltada por los dolores del parto. Por las dificultades normales de un parto en el octavo mes, sufría mucho y gemía. Entonces uno de los carceleros le dijo:

»—Si gimes así ahora, ¿qué harás cuando te entreguen a las fieras que tú has decidido afrontar al rechazar el sacrificio? [Felícitas se había negado a ofrecer un sacrificio al Emperador aceptando que era un dios].

»Felicitas le respondió:

»—Ahora soy yo quien sufre lo que sufro. Pero allí abajo será Otro en mí quien sufra por mí, porque es por Él por quien sufriré.

»Felicitas dio a luz una niña que adoptó una mujer cristiana como hija.»

¿No te parece sabio? Esta recién bautizada sabe muy bien lo que significa ser cristiana: «Será Otro en mí quien sufra por mí, porque es por Él por quien sufriré.» Felícitas había entendido a la perfección que el bautizado es «yo pero no sólo yo». El bautizado no deja de ser él mismo, pero el bautismo le cambia y a partir de ese momento posee un nuevo ser en Cristo glorificado. No es sólo él, por lo que Cristo obra en él y con él.

Gracias, Dios Padre, por concedernos unirnos a Cristo, por darnos un nuevo ser en Cristo. Me has hecho grande en el bautismo. Gracias por el bautismo.

Ahora puedes hablar con Dios acerca de lo leído con tus palabras. Después termina con la oración final.

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