Santa Inés, Mártir. Siglo IV.

Con 12 años fue condenada por ser cristiana a una casa de mala vida, pero el único hombre que se atrevió a acercarse a ella cayó muerto a sus pies. Murió decapitada.

¿Asking for trouble?

Un sacerdote joven, con mucha simpatía y gancho, tuvo una circunstancia que podía ser incómoda. Andando por la calle ve que un chaval sale de su grupo de amigos, se pone varios metros delante de él, se arrodilla, pone los brazos en cruz y empieza a gritar de manera afectada y ridícula: «Padre, perdóneme los pecados. ¡Padre, el perdón!» Sus amigos, divertidos, estaban asombrados de la cara dura de su amigo. «No te preocupes —dijo el sacerdote en voz alta, mirándole a la cara y con tono comprensivo—; no te preocupes, que ser imbécil no es pecado.» El volumen de las risas aumentó.

Siempre ha sido así. A san Pedro le interrumpieron su predicación preguntándole si, a pesar de ser por la mañana, ya estaba bebido (Hechos 2, 13). Y al Señor le preguntaban los judíos, después de taparle los ojos: «Si eres Dios, adivina quién te ha pegado», mientras seguían golpeándole (Lucas 22, 64).

Es lógico: no pueden entender que exista ese mundo en el que nosotros creemos, y que las cosas sean como nosotros hemos aprendido de Cristo. Por eso toda nuestra vida les parece ridícula… y algunos, envalentonados, hacen bromas y ridiculizan. Otras veces son cristianos también pero que no han descubierto todavía la radicalidad de seguir a Cristo.

San Agustín escribe en sus Confesiones: «… cuando comencé a dar esos pasos que me acercaron a Cristo, mis parientes, vecinos y amigos comenzaron a bullir. Los que aman demasiado el mundo, se me pusieron enfrente. ¿Te has vuelto loco? ¡Qué exagerado eres! ¿Es que los demás no somos cristianos? Eso es una locura. Y cosas así me decían para que no me acercara más a Cristo.»

El Señor nos lo advirtió en muchas ocasiones: «Mirad que os envío como ovejas en medio de lobos… os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas, por mi causa seréis conducidos ante gobernadores y reyes, para dar testimonio ante ellos y los gentiles… El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; y se levantarán los hijos contra los padres para hacerlos morir. Seréis odiados por todos a causa de mi nombre, pero quien persevere hasta el fin, ése se salvará.» Y continuaba con un consuelo y con una tremenda advertencia. El consuelo: «En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. Por tanto, no temáis. Vosotros valéis más que muchos pajarillos.» La advertencia: «A todo el que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 10, 16-36).

Señor, que no me importe que no me entiendan, que me persigan o que me ridiculicen. Que siga hacia delante. Que no les juzgue: es verdad que no es pecado la «imbecilidad» de algunos… porque no han podido descubrir más. Que perseveremos hasta el final aunque suframos rechazo, incomprensión u odio… incluso de los más cercanos. Que no olvide que «no es el discípulo mayor que su maestro» (v. 24).

Puedes comentarle incomprensiones que hayas sufrido o estés sufriendo, y pedirle que aumente tu confianza en Él.

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