Santos Simón y Judas Tadeo, Apóstoles.

San Judas Tadeo es el patrono de los imposibles. A San Simón y San Judas Tadeo se les celebra juntos porque según una antigua tradición los dos iban siempre juntos predicando por todas partes.

¡Perfecto!

Los futbolistas tienen sus ejercicios físicos en los entrenamientos. Los esquiadores los suyos, como los corredores de atletismo o los conductores de fórmula 1. Los músicos tienen sus preparaciones con cantidad de ejercicios que les dan la agilidad y rapidez necesarias para tocar el instrumento musical adecuadamente. Ser buen futbolista, esquiador, corredor, músico o lo que sea, exige necesariamente someterse a sus entrenamientos.

Ser una persona con personalidad, con carácter, de una pieza… requiere su entrenamiento. Podríamos decir que el lugar donde se capacita es el trabajo —el estudio o la ocupación profesional de cada uno—. El estudio o el trabajo es una tabla de ejercicios fundamental para hacerse. Proporciona un continuo ejercicio de dominio de sí, de sometimiento voluntario, de esfuerzo… que es necesario para forjar una personalidad fuerte y positiva.

Trabajar con la máxima perfección posible es algo muy cristiano. Perfecto viene del latín: factum significa hecho, per es un prefijo que significa hasta el final. Perfecto es terminado, hecho hasta el final. Dejar las cosas a medias, o hechas sin el detalle final es el trabajo del perezoso; lo que solemos llamar una chapuza.

A veces nos sorprendemos de la falta de voluntad que tenemos, no nos obedecemos, como si no nos tomásemos en serio a nosotros mismos. Resulta incómodo proponerse algo y no saber si lo vamos a hacer: no nos fiamos nada de lo que decidimos. Y con razón. Eso no se arregla con pastillas ni con consultas médicas. Normalmente responde a que no trabajamos bien. Si en el trabajo somos caprichosos, hacemos o no según las ganas que tenemos: lo mismo voy a una clase que me la salto, lo mismo hago un trabajo pendiente que lo retraso a mañana porque ahora no me apetece, dejo eso a medias porque así «cuela», porque es suficiente para cubrir el expediente… si somos caprichosos en el trabajo, terminamos haciéndonos caprichosos.

¿Cuál es el problema? Resulta evidente: el caprichoso decide por lo que a él y solamente a él le conviene en el momento; dicho con otras palabras, sus decisiones son egoístas: nada distinto a él mismo entra en consideración.

Dice el evangelio de ti, Jesús, que todo lo hiciste bien (Marcos 7, 37). Quiero ser diligente. Sé que el camino es trabajar, y trabajar bien, hasta el final, terminar las cosas, hacerlas perfectamente —en la medida de mis posibilidades—. Dame cada vez más alergia a la chapuza: que me resulte insoportable lo hecho a medias, sin entregarse. Señor, ¡cómo trabajarías tú! Santa María, enséñame.

Ahora es el momento importante, en el que tú hablas a Dios con tus palabras, comentándole cómo es tu trabajo, y tus últimas chapuzas. Cuando lo hayas hecho, termina con la oración final. 

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