San Ildefonso, Obispo. Siglo VII.

En la ciudad de Toledo fue monje y rector de su cenobio, y después elegido obispo. Escribió un Tratado sobre la Virginidad de María y era conocido como «Capellán de María».

¿Me iluminas?: no veo nada

Eduardo Ortiz de Landázuri fue un médico granadino que se trasladó a Pamplona, con su mujer y sus muchos hijos, a trabajar en los inicios de una Clínica, la de la Universidad de Navarra. Hace unos años empezó su proceso de beatificación. Antes de morir recibió esta carta:

Amigo Eduardo Ortiz:

Le llamo amigo aunque no nos conocemos. No tengo fe, aunque dice el cura que tengo la esperanza de tenerla. No tengo caridad, y me gustaría haberla tenido.

Le escribí diciendo que no nos conocemos porque sólo nos hemos visto una vez: soy uno de 500.000 enfermos que usted que ha visitado.

Me llamo Antonio Fernández. Era funcionario de una ciudad pequeña. Ahora no soy nada, un jubilado por el cáncer que, como usted, espera la muerte: en mi caso con miedo.

Entre los dos hay grandes diferencias: usted es «religioso y apocalíptico», yo «político e irreligioso»; usted habla de la muerte sin tristeza, yo, con miedo; usted dice que ha intentado pasar por la vida intentando hacer el bien, yo he intentado pasar por la vida olvidando que se puede hacer el bien; usted cree en el cielo, ahora a mí me gustaría creer. Antes consideré que no era cuestión mía.

¿Por qué le escribí esta carta? Una hermana mía monja, que vive en Pamplona, me mandó el diario y pude leer su «mensaje a los que mueren». Después de leerlo, pensando en su cáncer y en el mío (en esto nos parecemos) me entró un deseo grande de ir al cielo, en el que no creo.

Me he confesado. Hacía unos 20 años que no lo hacía. La última vez, después de la visita del doctor Eduardo Ortiz. Entre las medicinas que me recetó estaba el que me confesara. Como enfermo y miedoso lo hice; pero me puse bueno y me olvidé de todo.

Hace una semana después de darle vuelta a su mensaje, llamé al cura. Me ha dicho que estoy perdonado. Yo le he dicho que me arrepiento para siempre (posiblemente porque no volveré a estar bueno). ¿Qué me pasa que ya no puedo escribir a mano y muy mal a máquina? También le he dicho que no tengo fe, ni creo en el cielo. Y el cura me dice que tenga paciencia y que rece a un sacerdote que fue amigo del Doctor Eduardo Ortiz.

Usted tiene 73 años, yo 37. La edad no importa: a los dos nos queda muy poco para ir al otro mundo: a usted se lo han dicho con «claridad y caridad», y a mí de un «modo confuso y sin caridad».

Le escribo esta carta porque me parece que con ella hago el «primer bien de mi vida a un amigo». Si yo recibiese de un enfermo me alegraría al saber que realmente a alguien he hecho bien…, seguramente porque yo no soy como usted; soy vanidoso.

Doctor, si el cielo existe y usted va al cielo no deje que yo no vaya aunque, aún entonces, no crea.

Gracias, Doctor, por su mensaje.

La carta estaba firmada por Antonio Fernández. Cuando el Doctor Eduardo Ortiz quiso ponerse en contacto con él, ya había fallecido.

Que los que me tratan, Señor, también sean tocados por ti.

La carta tiene muchas ideas: puedes repasarlas y comentarlas ahora con Dios.

Ver todos Ver enero 2022