San Hermenegildo, Mártir. Siglo VI.

Primogénito del rey visigodo Leovigildo. Profesa el arrianismo hasta que, por influencia de su esposa y de San Leandro, se convierte al catolicismo. Le declara la guerra a su propio padre, ante la persecución de éste contra los cristianos. Cae preso y muere mártir.

El minusválido rentable

Ambrosio, un italiano minusválido, escribía este mensaje al Papa y a todos los sacerdotes del mundo:

«Soy un minusválido de 74 años de edad. A la edad de 12 meses fui afectado de una parálisis espástica. A los ocho años perdí a mi madre y desde entonces vivo en un instituto.

»Veo que la sociedad, aunque progrese en todos los sectores, cada vez margina más al que no “rinde”, o sea: al enfermo, al anciano, al minusválido, y ésta es una constatación que hace sufrir a quien se encuentra en estas condiciones.

»También hace sufrir el ver cómo tantos sacerdotes, que se preocupan y se esfuerzan por tantas cosas, descuidan a estas personas a quienes sólo la fe, con su ayuda, podría sostener y hacerles mucho bien.

»Sería bueno que el párroco escribiese, al menos en Navidad y en Pascua, una carta a todos los que sufren en su parroquia, pidiéndoles como caridad ofrecer las penas y las oraciones por las necesidades de la comunidad, para hacerlos partícipes de la vida comunitaria; así evitarían que se sientan inútiles y piensen que son una carga.

»Es tiempo de reavivar en las comunidades parroquiales la fe en la Providencia, a través del don más precioso que la comunidad posee, o sea, a través de la ofrenda diaria del sufrimiento de estos “predilectos de Dios”. La ayuda que tendría la parroquia a partir de esta ofrenda de sí, sería enorme.»

¡Es grande este Ambrosio! Se queja de que no nos apoyemos más en ellos. Sabe que él tiene una fuerza, que su sufrimiento vale mucho y quiere que «rinda».

Los cristianos sabemos que es bueno evitar el sufrimiento que se pueda evitar, con medicamentos y siguiendo las recomendaciones de los médicos. Pero el que no se puede evitar, si lo unimos al de Cristo y —como Él— lo transformamos en amor, tiene un gran valor.

¿Qué quiere decir «unirlo al de Cristo»? Lo dice muy claramente san Pablo. Él sufre muchos dolores físicos. Después de decir que todos los cristianos formamos el Cuerpo de Cristo, es decir, no somos individuos aislados, sino que somos parte del Cristo total que es la Iglesia, añade esto: «Ahora me alegro en los padecimientos por vosotros y completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia» (Colosenses 1, 24). Quiere decir, nada más ni nada menos, que sus padecimientos no son padecimientos suyos, sufrimientos sólo personales, sino que dice que padece como miembro del cuerpo místico de Cristo, y que cumple la medida de las penas de Cristo destinada a él y todavía no llenada, es la parte de sufrimiento de Cristo que le toca a él, lo cual es provechoso a todos.

Con la resurrección… ¡se acabó el individualismo! ¿Cuento con el sufrimiento de otros? ¿Pido a los enfermos, ancianos, deficientes… que recen por necesidades concretas, mías o de otros? ¿Aprovecho cuando yo tengo que sufrir algo para ayudar así a los demás? ¿Ofrezco el dolor? Cada vez que pasemos por algún lugar donde sabemos que hay sufrimiento —un hospital, una cárcel, un centro de discapacitados…— que adquiramos la costumbre de ofrecer a Dios todo lo que allí sufren y que quizá —en su situación— no son capaces ni siquiera de ofrecer ellos mismos.

Señor, gracias porque no vivo solo. Gracias por enseñarnos el sentido del dolor. Ayúdame a comportarme como cristiano ante el sufrimiento de otros y con el mío. Así hacemos bueno el mundo, de manera invisible pero real. Que viva la parte de padecimientos que me tocan a mí con el gozo de completar lo que falta a la Pasión de Cristo.

Comenta con él si puedes pedir oraciones a algún enfermo, y dile que deseas aprender el valor del sufrimiento…

Ver todos Ver enero 2022