San Celso, Arzobispo. Siglo XII.

De Armagh, asumió la sede siendo laico. Le tocó vivir una época agitada con múltiples conflictos entre los príncipes irlandeses, siendo asistido por San Malaquías. Reconstruyó la catedral de Armagh.

Recalculando

Me regalaron un GPS de la primera generación. No evitó que me perdiese cantidad de veces por Madrid, pero, en cierto modo, sí me enseñó a vivir. Introducía en el aparato la dirección a la que me dirigía; el, con la obediencia de la máquina, enseguida me hacía una ruta y, con su mecánica voz femenina, empezaba a darme indicaciones. pero siempre, ¡siempre!, cuando me encontraba a mitad de itinerario, decía la señorita: Pérdida de satélites. Recalculando.

El GPS dejé de usarlo, pero su enseñanza continúa siéndome útil. Recalculando. Todos los días debemos recalcular nuestro itinerario. Los hombres tenemos una facilidad mayor que la de mi GPS de perder los satélites que nos dan las coordenadas de nuestra vida. ¿Por qué hago las cosas? ¿Qué es lo que busco en mi trabajo? ¿Cómo veo a las personas con las que trabajo? ¿Cómo miro a los de mi familia? ¿Qué es lo que me mueve? ¿Qué me pone nervioso, qué me enfada y por qué? ¿por qué tengo miedo, por qué acumulo tensiones, por qué me siento inseguro? Con facilidad perdemos los satélites, nos despistamos. En lugar de dirigirnos a amar a Dios, a verle y descubrirle en todo, en lugar de querer a los demás y vivir para servirles… resulta que el yo dictador toma la voz cantante y nos extraviamos.

Los satélites del cristiano son esas realidades que están siempre ahí, y que pueden indicarnos en cada acción, cada día, el modo de llegar a donde queremos llegar. Verdades como que Dios es mi Padre, que me quiere, que me espera, que está junto a mí y en mí en cada momento, que Jesús ha resucitado, vive y actúa, me ama y acompaña, que ha vencido y con él soy vencedor, que cada prójimo es hijo de Dios y merece todo de mí… son las verdades que me deben dar continuamente la dirección correcta. Pero tendemos a olvidarlo.

Recalculando. Qué importante que es que todos los días volvamos a conectar con nuestros satélites y volvamos a calcular nuestra ruta. Necesitamos momentos concretos para recalcular, no vaya a ser que satélites no cristianos sean los que nos dirijan. Propongo tres momentos fijos para todos los días: nada más levantarnos, hacer un ofrecimiento de obras a Dios, cuando nos acostamos un brevísimo examen de conciencia, a lo largo del día una visita a un sagrario.

En el ofrecimiento de obras tomamos contacto con los satélites: le decimos, con las palabras que queramos, que gracias por ese día que nos da, que queremos vivirlo con él, y que querríamos hacer todo lo que él espera que hagamos: «Todo el bien que pueda hacer hoy, con tu ayuda, Señor, quiero realizarlo.»

En el examen de conciencia repasamos el día para ver por dónde se nos ha ido, qué bien hemos dejado de hacer. Le agradecemos lo bueno, le pedimos perdón por lo malo, le pedimos ayuda para hacer mejor tal cosa concreta el día de mañana.

Ir todos los días a un sagrario, aunque sea un par de minutos, nos recuerda a Jesucristo resucitado y vivo, a quien visitamos y con quien nos relacionamos de tú a tú. Y él nos dirá.

Gracias, Cristo resucitado. Que no separe mi vida de la verdad de tu resurrección. Me gustaría vivir, y vivir bien, esos tres momentos diarios en los que contigo recalcularé el camino para llegar al fin de mi vida, que es vivir la vida eterna que tú nos has ganado.

Ahora te toca a ti hablar a Dios con tus palabras, comentándole cómo concretar tus momentos para recalcular o lo que quieras.

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