Santa Francisca Javier Cabrini, fundadora. 1850-1917

Maestra que llega a superiora en el Hospicio de la Providencia, después germen de las Misioneras del Sagrado Corazón. Obtiene la aprobación Pontificia en 1907 y comienzan siete profesas que se multiplicarían tras su muerte.

A usted le ha hecho bien que yo sea cristiano. ¡Felicidades!

Un traficante blanco llegó a una de las islas del mar del Sur. Un chico nativo se le ofreció para llevarle el equipaje desde el bote al hotel. Durante el camino conversaron sobre los misioneros y su obra evangélica, y el negociante preguntó con tono despectivo:

—¿Qué bien le ha hecho a usted ser cristiano?

—Yo puedo subrayar algo bueno que le ha hecho «a usted» el que yo sea cristiano —le contestó el chico—. ¿Ve allí aquella gran piedra llana? Si usted hubiese venido aquí cuando yo era pagano, le habría degollado sobre aquella piedra y luego mis amigos y yo le habríamos dejado en cueros. En cambio ahora le ayudo a transportar su equipaje, muy contento de servirle.

Solo quien sea muy superficial puede no valorar el hecho de que haya más o menos cristianos, como si ser cristiano fuese equiparable —sin más— a ser hincha de un equipo de fútbol o partidario de una opinión política. ¡Ser cristiano es mucho más! Si reinase Jesús, reinaría la paz y el amor. Dios quiere que seamos felices, y Jesús se ha hecho hombre para enseñarnos a serlo y ayudarnos.

Jesús dijo que había venido a pegar fuego a la tierra, y lo que quería era que ardiese. Y nosotros somos los encargados de extender ese fuego. Tres tipos de cerillas con las que encender el fuego de Jesús: el ejemplo, la palabra y la oración.

¡Son tantas las cosas buenas que nos llegan con la venida de Dios hecho hombre! Esto es lo que ha visto cada uno de los misioneros cristianos cuando se han decidido a viajar a nuevas tierras. San Francisco Javier escribe una carta estando de misiones: «Este país es muy peligroso, porque sus habitantes, llenos de maldad, envenenan a menudo la comida y la bebida. Por esto no hay nadie que quiera ir allí para asistir a los cristianos. Tiene necesidad de instrucción espiritual y de alguien que los bautice para salvar su alma. Así que tengo la obligación de perder mi vida terrena para socorrer la vida espiritual del prójimo. Pongo mi esperanza y mi confianza en Dios, Nuestro Señor, dichoso de poder conformarme, aunque pobremente, a las palabras de Cristo, Nuestro Redentor: “Quien quiera guardar su vida la perderá; pero quien la pierde por mí, la guardará.”» Éste ha sido el móvil de tantos misioneros cristianos.

Es lógico que nos felicitemos las Navidades entre los cristianos. Al felicitarnos nos recordamos unos a otros que la felicidad la encontramos y la tenemos gracias a él. Y nos deseamos más felicidad con su nuevo nacimiento en cada uno de nosotros en estos días. ¡Es bueno felicitar las navidades! Y es bueno, por eso, que los tarjetones de felicitación tengan una referencia a Jesucristo en el texto o en la imagen.

Jesús, gracias porque tu fuego ha llegado hasta mí. Que yo arda por completo. Y que sepa pegar fuego a mi alrededor. Que nadie que se cruce conmigo se quede apagado. Te pido que todos los cristianos de la Iglesia hagamos apostolado sin parar. Que te conozcan todos los hombres. Madre mía, reina de los apóstoles, ruega por nosotros.

Puedes ahora charlar con él y ver si tienes los sentimientos de los misioneros… porque todos los cristianos somos misioneros en nuestro sitio. Convéncele de que te los conceda. Y pídele llenar de sentido la costumbre de felicitar las navidades: motivos los tenemos. ¡Y suplícale que esta felicidad llegue a todos los hombres!

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