San Vicente Ferrer, Presbítero. Siglo XIV.

De Valencia, terminó filosofía y teología a los 17 años, entró en el convento de los Dominicos de Valencia y fue ordenado sacerdote. Durante el cisma de Occidente, hizo todo lo posible para solucionar el gran conflicto y restituir así la unidad a la Iglesia.

Yo voy a apostar por ti.

«Pablo Maldonado, nacido en Madrid en 1976, luce una barba descuidada y se abriga del viento invernal con una chupa de cuero por la que asoma su alzacuellos —se lee en un reportaje periodístico—. Su juventud y vestimenta pueden hacer pensar que este chico nació ya con una sotana o que se pasó la infancia de iglesia en iglesia, pero nada más lejos de la realidad; de hecho, “en mi casa era el más `varilla´ de mis hermanos”, apunta, “me gustaba mucho la fiesta, era mal estudiante, y eso me creaba conflictos en casa”. Tanto es así que se vio obligado a marcharse con 17 años; “un momento muy duro, que me hizo pensar, porque de repente me tenía que ocupar yo de toda mi vida”. La emancipación fue para él una experiencia muy dura. Recuerda que “aquel año lo pasé bastante mal, y después de muchas vueltas a la cabeza, entré en una iglesia y empecé a replantearme muchas cosas”. Fue entonces cuando “tuve una primera experiencia de Dios que me llevó a descubrir que era cierto, que su existencia no era un cuento chino”».

Pablo recuerda emocionado que «vivía en un caos profundo, porque yo era el tío más guay de mi pandilla, con éxito entre mis amigos, pero la vida no tenía ningún sentido para mí, y cuando te topas con la vida y te tienes que conocer a ti mismo, cuando te das cuenta de que tienes 18 años y que aspiras a ser repartidor se te cae el mundo a los pies». Pero recuerda la experiencia como algo positivo, «porque empecé a hacerme preguntas como quién era yo, para qué estás aquí, quién es Dios; incluso te planteas para qué levantarte por la mañana».

Dice que aquel momento de duda y de dolor fue necesario porque «fue lo que me hizo ir a la iglesia y fue cuando ahí, en medio de una oscuridad total, se empezó a hacer una luz en mi vida». Y una tarde «le dije al Señor: “Si Tú me haces feliz, yo te doy lo que Tú me pidas”. Lo que yo no pensaba en aquel momento es que lo que me podía pedir era el ser sacerdote. Era impensable, porque yo de jovencito era un poco el último en todo».

Pero la prueba de aquel primer año la superó Pablo poco a poco, y tras pasar dos años estudiando en Estados Unidos regresó a Madrid: «Me marché con 17 años y volví muy cambiado», pero ¿qué había pasado en esos dos años? «Pues que comencé a tratar al Señor. Yo tenía una fe rutinaria, muy floja, y poco a poco la empecé a vivir por propia iniciativa.» La cosa es que de vuelta a Madrid «comencé a frecuentar un grupo de oración en la parroquia, y a tener una dirección espiritual con un sacerdote». Entonces, con apenas 20 años, «durante unos ejercicios espirituales, recuerdo que me vi con un folleto sobre el matrimonio, y otro sobre el sacerdocio, uno en cada mano, y le dije al Señor: “Sin quererlo ni beberlo me veo en éstas, con amigos seminaristas, trabajando en la parroquia, llevándome de pegada con el párroco, y estando en este mundo, soy el tío más feliz” y le dejé muy claro que “yo no quiero ser cura, pero nunca voy a saber qué es mi vida si no hago lo que Tú me pides”».

Comenzó entonces en secreto el curso preliminar al seminario, «confiado en que esto no fuese a más, con mi conciencia tranquila de haberlo intentado, y marchándome a mi casa después de un tiempo». Pero el Señor tenía otro plan para Pablo. No le iba a dejar «marcharse de rositas tan pronto», «y el 14 de junio me dijeron que me admitían en el seminario, de lo que el primer sorprendido fui yo, y después, todos los demás».

Al principio le llamaba gente y le decía que «qué me había pasado, y sólo acertaba a contestar que no lo sabía, pero que era el tío más feliz del mundo, y que el que menos se lo explicaba era yo mismo». Pablo recuerda aquel primer año como «una maravilla, viendo la fuerza de Dios, y cómo Él hacía en mi vida posible lo imposible, sorprendiéndome cada vez más», y cuatro años después «el formador me dijo: “Hasta ahora, el Señor ha estado luchando contra ti, porque no terminas de convencerte de que sí, que es posible. Así que decídete, pon de tu parte, y lánzate.” Hice caso del cura y me lancé».

El tiempo ha pasado, Pablo se ordenó y «un año después de ordenarme, estoy mucho más sorprendido, y más contento todavía. Esto es alucinante, el Señor me sigue sorprendiendo, cada día más, porque no dejo de ver milagros, gente que se convierte y que se acerca a Dios». Asegura que «no hay parque de atracciones ni lugar en el mundo mejor que esto de ser sacerdote», algo que describe como «apasionante en todos los sentidos, al celebrar la Eucaristía, acercando a la gente a Dios, compartiendo con compañeros…  todo».

Si le preguntas sobre una posible juventud perdida, responde entre carcajadas que «si lo sé, me meto antes», y quiere mandar un mensaje a algún chaval que como él, a los diecisiete años se sienta perdido: «Párate a pensar, no te dejes llevar por la velocidad de la vida. No te creas que la felicidad es un tongo, y no te conformes con vivir al 50%. Lo que necesita tu corazón al 100% es posible. ¡Lúchalo, búscalo, pide ayuda! Acércate a un Dios del que te han contado sólo tres cositas muy pesadas y que no corresponden con la realidad, porque es un Dios que te quiere a ti, y con locura, te pongas como te pongas, a pesar de que todo el mundo te diga que eres malo, que eres el peor y que nadie va a hacer carrera contigo, Dios está de tu parte y te dice: “Yo voy a apostar por ti y voy a hacer carrera contigo, créetelo y déjate ayudar, sueña con la felicidad que es posible para ti, porque no eres un número en la Historia, porque Dios conoce tu nombre y está buscando la manera de meterse en tu vida, pero necesita de tu libertad. ¡Déjale, porque esto es una gozada!”»

Señor, no tengo miedo a nada. Tú apuestas por mí, y quiero vivir al 100% de felicidad. Gracias, y quiero seguir tu camino.

Puedes decirle ahora que también tú quieres tener tu historia con él, o lo que quieras.

 

Ver todos Ver enero 2022