San Bonifacio, Obispo y Mártir. Siglo VIII.

De Inglaterra, nacido como Winfrid. Tras tres años predicando por tierra germánica, fue llamado a Roma por el Papa, que lo nombró obispo. Fundó la abadía de Fulda.

Señor doctor, cúreme usted

Me hizo gracia lo que cuenta un gran psiquiatra, Vallejo-Nágera, en su libro Ante la depresión: «Existe hoy una tendencia colectiva a buscar el pretexto de la enfermedad para tapar los fracasos personales y para exigir de la sociedad, o de la Medicina, o de cualquier otro ente impersonal, una solución. En ocasiones la coartada de la enfermedad resulta trágico-cómica.»

Recuerda entonces los cuatro años que tuvo una consulta del Seguro Escolar para estudiantes universitarios: «En el período de exámenes acudían masivamente a la consulta “estudiantes” que habían suspendido todas las asignaturas. “—Dígame, ¿en qué puedo serle útil?” Parecía un disco rayado, todos contestaban casi exactamente con las mismas palabras. “—Es que estoy frustrado, marginado y alienado, la sociedad me rechaza; vengo porque quiero que me hagan psicoterapia, me niego a tomar medicinas.” En realidad no decían medicinas, empleaban la palabra “drogas”. Uno tras otro. El primero me sorprendió, al tercero que repetía con precisión las mismas frases, pensé que me habían preparado una broma pesada y que aquellos chicos estaban actuando. No era así. Pensaban exactamente lo que decían. Les habían convencido.»

De alguna manera, a todos nos ocurre. Cuando tenemos problemas tendemos a echar balones fuera, a buscar que nos solucionen el problema, con medicinas o con lo que sea, pretendemos que nos arreglen las cosas, buscamos como una fórmula mágica que nos saque de la situación. Sería bueno que nos diésemos cuenta de que hay problemas que nadie desde fuera puede solucionárnoslos. Si he suspendido, la solución no está en declararme enfermo, o en acusar de injustos a los profesores… Si mis amigos no cuentan conmigo, o me rechazan… seguramente tendré que ver si yo soy buen amigo, positivo y sincero, o si por el contrario soy quisquilloso y aguafiestas, si me entrego a ellos o si voy a lo mío. Concluir que soy un incomprendido y exigir que todos cambien, o trasladarme a otra ciudad para ver si aquellos ciudadanos son mejores amigos, es una huida que tiene algo de estupidez.

Hay problemas que no solucionan los médicos ni las medicinas ni los cambios de ciudad. Mirar con sinceridad lo que me ocurre y decidir luchar, esforzarme por cambiar lo que tenga que cambiar… ése es el camino para crecer como persona.

Ser una gran persona, tener un gran corazón, no se le regala a nadie. Exige afrontarla verdad, enfrentamiento que suele costarnos esfuerzo. El corazón de quien espera que le solucionen sus problemas sin su esfuerzo… se hace cada vez más pequeño y egoísta. El corazón crece con el esfuerzo por reconocer la verdad y por corregirse.

Puedes decirle ahora a Dios lo que sigue, pero dándote cuenta de que le estás hablando y Él te está escuchando.

Jesús, sólo seré cristiano siendo una gran persona. Que no huya, que no espere que me solucionen otros lo que sólo mi esfuerzo y mi lucha pueden darme. Aunque a veces se me ocurra que tengo mala suerte, que soy un «pupas» o un desastre sin remedio… que no me lo crea. Que acepte el reto de parecerme a ti, que de mi forma de ser rechace aquello que me hace distinto a ti

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