San Juan Eudes, Fundador. Siglo XVII.

Se dedicó a la predicación en las parroquias y después fundó la Congregación de Jesús y María. También se le atribuye otra Comunidad de religiosas de Nuestra Señora de la Caridad.

Los hombres globo

Recuerdo un accidente que presencié en la carretera. Conseguimos sacar al conductor de la cabina de la camioneta que conducía, magullada como estaba por la vuelta de campana. Existía riesgo de fuego en el motor. Cuando teníamos ya fuera al accidentado, cayó en la cuenta de que no llevaba la riñonera con el dinero recaudado. Debía de ser bastante lo recogido durante ese día. Alguien sugirió ayudarle a buscarla dentro de la cabina. Sin pensárselo dos veces, miró a quien se lo dijo como si fuese idiota y gritó como pudo: «Yo no me meto ahí ni loco.» Un buen ejemplo de lo que significa huir de las ocasiones peligrosas: «yo no me meto ahí ni loco.» No arriesgo, no me la juego.

Dicen que hombre precavido vale por dos. El precavido ve con buenos ojos los seguros, los bancos, las cerraduras y la policía. Como dice el emperador romano Marco Aurelio: «Prudencia quiere decir atención a cada cosa y ningún tipo de descuido.» El ingenuo suele arruinarse en sus negocios. Si hombre precavido vale por dos, el poco precavido no vale ni por uno, porque te arruina.

Es lógico que seamos precavidos también con nuestra alma, su salud y sus riquezas. Es bueno que tomemos en serio las situaciones que pueden dañar la salud del alma, lo que habitualmente llamamos ocasiones de pecado. Vienen a ser lo que se llama ocasiones de alto riesgo. Quien juega con ellas es frívolo.

¿Cómo reconocer la frivolidad? Vamos a hacer una especie de foto robot, para ver qué síntomas encontramos en nosotros.

El frívolo juega con lo importante, es imprudente, toma a broma lo que es serio. El frívolo es como el hombre o mujer globo que, aunque abulta mucho y lo llena todo, dentro no tiene más que aire. El frívolo cuando tropieza con algo que le pincha en la vida —algún sufrimiento o situación dura— se deshincha en un momento y, como el trozo de goma, no remonta.El frívolo no tiene nada dentro, no se llena de nada consistente. No tomarse en serio la vida de la gracia, por ejemplo, despreciar el daño que se hace a uno mismo, a otros y a nuestro Padre-Dios, es típico comportamiento del frívolo. El hombre globo no entiende lo de huir de las ocasiones.

 

Dos muchachos pidieron un día a un sacerdote que les enseñase un remedio eficaz para no caer en ciertos pecados.

—Con mucho gusto —les contestó—; voy a enseñaros no uno sino tres; y vosotros, para no olvidarlos, los escribís. Apuntad pues. Primer remedio: huir de las ocasiones; segundo remedio: huir de las ocasiones…

—Oiga, ya lo hemos escrito —le dijeron.

—¿Qué importa? Escribid por tercera vez: huir de las ocasiones, porque éste es el principal remedio y sin él todos los demás son inútiles.

Para ser hombre precavido hay que verlas venir de lejos. Para eso el Señor nos ha puesto una conciencia que avisa de las situaciones de alto riesgo, y si cada uno procura ser prudente y consulta su conciencia, obtendrá una visión que ve más lejos que el ojo corporal y una luz que iluminará en la oscuridad: contará con la vista de Dios.

El frívolo es frío. No cuida sus amores. Se deja llevar por la corriente de la moda. Es la imagen del hombre que escondió su talento, esconde sus posibilidades y por no querer trabajarlas es como si no hubiese recibido ningún talento.

Cuando quienes nos rodean llevan una vida más frívola, nosotros debemos ser más prudentes. No es vivir con miedos sino ser precavido, que es muy distinto.

Dios mío, no quiero una vida frívola, vacía, llena de aire. Huiré de las ocasiones. Después, huiré de las ocasiones. Por último, huiré de las ocasiones. Entonces, ya puedo construir. Gracias.

Puedes comentar con Dios los rasgos de la tibieza que ves en ti, pedirle madurez y preguntarle cómo cambiar: si puedes, concreta algo con Él. 

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