Beato Álvaro de Córdoba, Predicador Dominico. Siglos XIV-XV.

De la noble familia Cardona, entró en el convento dominico de San Pedro. Tras peregrinar a Tierra Santa, fundó el convento de Santo Domingo Escalaceli, donde había varios oratorios que reproducían la vía dolorosa, imitada por otros conventos.

Lo que hice yo, ningún animal lo hubiera hecho

Esta historia la relata el escritor y también aviador Saint-Exupéry. Un piloto sobrevuela los Andes. Su avión se estrella y se encuentra solo en medio de la cordillera, a kilómetros de cualquier punto civilizado. La temperatura es de muchos grados bajo cero. No tiene ropa adecuada y para salir de allí se ve obligado a escalar varios picos altísimos y además… ¡solo! Sin alimentos, sin agua… Imagínatelo… Empieza a andar. Tras dos días, llega un momento en que no puede dar un paso más. Lo único en lo que piensa es en dejarse caer y morir allí mismo. Hambre, sed, frío, cansancio, los dedos de los pies y de las manos ya no los siente. La cabeza le da vueltas, se encuentra desorientado, perdido… y casi muerto. «He hecho lo que he podido, ¿por qué insistir en este martirio? Me basta cerrar los ojos y conseguir la paz…», se decía.

En un momento pasan por su cabeza su mujer y sus hijos. Sabe que se encuentran en Francia esperándole… No, no les podía fallar. Ellos le querían… ¿Qué pasaría si ellos supiesen que estaba vivo y que se dejaba morir porque no podía más? «Si mi mujer cree que vivo, cree que camino; si mis amigos me creen vivo, creen que camino… Todos tienen puesta su confianza en mí… y soy un canalla si no camino.»

Cuando volvía a caer y sus piernas se negaban a avanzar, volvía a hacerse ese razonamiento: «Si creen que vivo, creen que camino… soy un canalla si no camino.» Y así salió de los Andes después de muchos días. Cuando, por fin, los equipos de rescate dieron con él, lo primero que dijo fue: «Lo que hice yo, ningún animal lo hubiera hecho.» Y es verdad, ningún animal quiere así a su mujer y a sus hijos.

Voluntad. Esfuerzo. Vencer. Superarse. Sufrir lo que toca. Cuando somos flojos o vagos… es que no pensamos en los demás. Que todos los días podamos decir «lo que he hecho yo, ningún animal lo hubiera hecho»; «lo que he hecho, lo he hecho porque otros esperaban que lo hiciese, porque no podía fallar a quienes me aman».

Padre mío, que no me deje engañar por la pereza y la vagancia, por la flojera y el cansancio. Los obstáculos están para superarlos. Sabes, Dios mío, que me desanimo, que a veces no tengo ganas… ni fuerzas. ¡Quiero pensar en los demás y luchar! ¡Quiero amar a los que tengo al lado con obras! ¡Quiero hacer las cosas que tu amor de Padre espera de este hijo tuyo que soy yo!

Y ahora sigue tú hablando con tu Padre-Dios. Ésta es la parte más importante: cuéntale de tu flojera…

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