San Cristóbal Macassoli de Milán, Presbítero franciscano. 1400-1485.

En Vigevano, en Lombardía, beato Cristóbal Macassoli, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, insigne por su predicación y su caridad para con los pobres.

Te quiero de día, te quiero de noche

«Durante el día, Señor, contemplo tu misericordia. Durante la noche, tu fidelidad», dice el salmista. Y es una oración bastante interesante.

A la luz del día, las cosas se nos muestran claras, iluminadas. A los hijos de Dios, cuando vemos cada cosa en su lugar, nos cuadra todo en la vida, el camino nos parece claro y el sol nos calienta; cuando todo nos sonríe, es fácil considerar la misericordia de Dios. ¡Qué claro se nos presenta lo bueno que es Dios, y cómo le descubrimos en sus criaturas y en lo que nos ocurre!

La segunda parte es un buen complemento: «Durante la noche, contemplo tu fidelidad». ¡Claro! En la oscuridad, en los momentos en los que no vemos nada y lo que tenemos delante se convierte en obstáculo con el que tropezamos, cuando el camino es oscuro y cada paso lo damos con inseguridad… entonces es el momento de recordar la fidelidad de Dios. Aunque no vea nada, el hijo de Dios sabe que su Padre del Cielo es fiel, y que está a su lado, y confía en él. Es el momento de contemplar —es decir, de considerar tranquilamente— su fidelidad.

Dios mío, te lo repito ahora con el salmista, y en los momentos difíciles te lo volveré a decir: «Durante el día, Señor, contemplo tu misericordia. Durante la noche, tu fidelidad.»

Ahora te toca a ti hablar a Dios con tus palabras, comentándole lo leído, o de lo que quieras, o de la cuaresma que ya va acabando. ¿Piensas en la fidelidad de Dios, en que él nunca falla… aunque a veces dé la impresión de que se ha olvidado de ti? Es bueno agarrarnos a su misericordia, pero también lo es que nos agarremos a su fidelidad. ¿Lo haces? Coméntalo con él.

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