Santa María Goretti, virgen y mártir. 1890-1908

La intentaron violar y murió en defensa de su castidad. Antes de morir perdonó a su asesino e invocó a la Virgen. El asesino, tras un periodo en la cárcel, se arrepintió y convirtió.

El pudor

Gimnasios, salas de bronceados, cremas… todo lo que ayuda a mejorar el aspecto y presentarnos bien cada vez tiene más éxito. Cuando viene el buen tiempo, grandes y pequeños se preparan para estar a punto en los días en que el sol más calienta, para lucirse adecuadamente… Todo esto supone esfuerzo, y lógicamente lo exhibimos, hay que lucirlo. Esa forma de comportarse da mucha gloria a Dios, le alegra porque hace brillar la belleza de sus criaturas, hace más amable la vida a los demás.

Sin embargo, es posible que en vez de transparentar la belleza de Dios no transparente nada. Quien sólo pretende llamar la atención sobre sí mismo y despertar la sensualidad en los demás, ha caído en un culto al cuerpo que no le hace grande sino que le empobrece. La diferencia es grande: hay personas que al verlas uno alaba y da gracias a Dios, y otras que al verlas a uno no se le ocurre nada bueno. Vamos a poner la lupa sobre este asunto.

Es fundamental no sólo decir sino gritar una diferencia: el hombre no es igual a ningún animal; o mejor, aunque la vaca tiene cuerpo y el hombre tiene cuerpo, son dos cuerpos completamente diferentes. El cuerpo humano es especial porque está espiritualizado: es cuerpo espiritualizado o espíritu encarnado. Se trata de la misma diferencia que hay entre una sopa de letras y una obra de Shakespeare; los dos tienen la misma materia, pero la poesía de Shakespeare tienen el espíritu del poeta dándoles vida: Romeo y Julieta, por ejemplo, es el espíritu de Shakespeare hecho palabra, o palabra espiritualizada. De la misma manera, el cuerpo de una persona no es carne, sino espíritu encarnado, o carne espiritualizada.

San Pablo escribe (Romanos 8, 5) que muchos viven según la carne, reducen el cuerpo a mera cantidad, a simple objeto para ver o poseer o disfrutar, pero imposible de querer. Películas, anuncios, series televisivas, letras de música, revistas… con frecuencia tienen esta visión miope del hombre, y hacen creer a muchos que valen lo que vale su cuerpo.

Los cristianos tenemos el encargo de enseñar que el hombre no vale lo que vale su cuerpo. Esto resulta extraño a muchos, chocamos con el ambiente, pues miramos y queremos ser mirados de otra manera.

Sí, nuestra mirada es distinta. A través de los ojos del cuerpo vemos más: vemos la persona que hay detrás de ese cuerpo, o mejor vemos a quien está en ese cuerpo, o mejor todavía, vemos la persona que es ese cuerpo.

Hay cuerpos que son como transparentes, a través de sus cuerpos se ve a la persona y al Dios bello que lo ha hecho. Pero hay otros cuerpos como opacos, que ocultan a la persona y a Dios: al mirarlos sólo se ve carne disfrazada. Resulta complicado de decir con palabras, pero es curioso: el cuerpo debe mostrar a la persona, no ocultarla. Todos lo hemos experimentado: hay personas que al verlas despiertan admiración, otras que simplemente seducen y despiertan las pasiones más bajas.

Empezábamos con lo bueno que es cuidar del cuerpo y lucirlo bello. Pero un cristiano y una cristiana no quieren ser opacos sino transparentes, quieren agradar pero no seducir, quieren despertar alabanzas a Dios y no pasiones, quieren dar gloria y a Dios y no ocasiones de pecado a los demás.

Por eso, el cuerpo lo tratamos con respeto, con pudor, el nuestro y el de los demás: ¡es tan grande! «Los cristianos deberían ser conscientes de que la gran humildad del cuerpo debe ser expresada para que cuanto posee de divino pueda revelarse. Asimismo, los cristianos deben comprender que Dios es la fuente de la belleza integral del cuerpo.»

Lo sabemos perfectamente. A nadie parece bien que alguien se dedique a hacer negocios con su cuerpo o con los cuerpos de otros. ¿Y no es posible que estemos haciendo otro tipo de negocios con nuestro cuerpo, cuando lo exponemos y usamos, aunque no sea para conseguir dinero sino otras cosas? El cuerpo no está para el comercio, como la carne de buey que sube y baja de precio, sino para manifestarme a los demás, para dar mi persona, para relacionarme con los otros, para transparentar la belleza de Dios.

Quiero, Señor, que nos ayudes a los cristianos a enseñar al mundo el trato que merece el cuerpo. Que nos opongamos a darle culto, que nos rebelemos al desprecio y comercio con el cuerpo. Quiero vivir el pudor y respeto a este cuerpo mío que, como dice san Pablo, es un templo donde tú habitas. Que todos los cristianos tengamos cuerpos transparentes, que vivamos el pudor, que enseñemos a otros lo bonito y bueno que es la virtud del pudor. Gracias por enseñárnoslo.

Comenta con María lo leído. Pídele, pero de manera convincente, que nos conceda a todos los cristianos y cristianas amar el pudor, y la fuerza para enseñarlo a todo el mundo.

 

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