San Marcos, Evangelista. Siglo I.

Judío de Jerusalén, fue discípulo de San Pedro e intérprete del mismo en su Evangelio. Acompañó a San Pablo y a Bernabé, su primo, en el primer viaje de misioneros de éstos. Su Evangelio contiene Historia y Teología.

Lolo, el jóven periodista de Acción Católica

«Haz por sentarte a la mesa de las sinceridades y tú mismo vete rellenando el carnet de identidad.

»De nombre te pones Hombre y éstos son los apellidos que debieras: Libre, Amante e Inmortal.

»Residencia provisional, la tierra, de paso para la Eternidad.

»Hijo, de Dios. Profesión, la Generosidad.

»De fotografía, le estampas el corazón y rubricas todo con letra de fe y firma de esperanza.»

Quien escribe esto es Lolo, un periodista algo singular. Lolo fue un joven de Acción Católica. Nació en Linares (Jaén, España) en 1920. A los 22 años una parálisis progresiva le sentó en un sillón de ruedas. Su inmovilidad fue total. Los últimos nueve años, también ciego.

Pero Lolo fue un joven cristiano que se tomó en serio el Evangelio, o como decía de él otro periodista: «Se dedicaba a ser cristiano. Se dedicaba a creer». Tan en serio se tomaba el Evangelio que un día el Hermano Robert, de Taizé, se acercó a su casa. Lo vio. Lo oyó hablar. Miró aquel cuerpecillo agarrotado. Tomó la pluma y escribió en la pantalla de la lámpara que alumbraba desde el rincón la mesa donde Lolo trabajaba: «Lolo, sacramento del dolor.»

Pero Lolo, que mantuvo la perenne alegría en su permanente sonrisa, «varón de dolores» y sin embargo sembrador de alegría en los cientos de jóvenes y adultos que se acercaban a él en busca de consejo, hizo un gran bien.

Con otra comparación expresiva, la del viaje en el avión, nos describe las líneas maestras de su vida, casi idénticas al anterior texto:

«Voz de azafata:

»—¡Atención, atención! Avión a punto de partir.

»Ruta sobre el techo del mundo; pasaje de fe y asiento de generosidad.

»Utilice la escalerilla del entusiasmo y abróchese el cinturón de la esperanza.

»Destino: el Reino de Dios.»

Lo que ha afirmado en un tono sereno con la lucidez y vivacidad de su mente, lo expresa ahora con vehemencia, como un volcán en erupción:

Tengo sed, Señor, del agua de esa fuente. Mi corazón

quema de tanta lumbre interior, de tantos ardores

siempre. Me abraso de ansias de ser mejor, de notarme

más fiel, más leal, más generoso, más incondicional.

Mi sed es de Ti, ¿por qué has de darte siempre con

cuentagotas? ¡Dame más, Señor! ¡Lléname como un

aljibe, y casi enseguida, me dejas vacío, para que

yo goce además el júbilo de sentir cómo te viertes!

Tengo ganas de que se termine la sed, pero también

quiero que nunca se acabe, porque la sed es una

hermosa esperanza y nuestra pequeña esperanza se

redime en su propia espera y su dolor.

No quiere que se quede en ideas abstractas y puros sentimientos, lo concreta, lo programa, como suele ser su costumbre, en un decálogo de vida para verse «quemado por Cristo todo el día»:

«Y para que veas que te lo digo de corazón, aquí te dejo, Señor, la bandera y el programa de un humilde decálogo. Ojéalo y, si vale, échale al fin tu bendición:

»I. Te desayunarás cada amanecer con el buen panecillo de Dios y luego te harás de su

»milagro repartiendo los panes y los peces de tu corazón.

»II. No vivas nunca sin los dolores de grietas del grano que se entierra, pero hazlo con gesto

»humilde y alegre, como quien lía un pitillo con despreocupación.

»III. Nunca pienses en el “mirlo blanco” de una cosecha, Tú, a tus zapatos, que es el arar y

»arar de continuo.

»IV. Restriega y lava tus ojos en la fe, para ver siempre al Cristo que vive en el bueno, el

»mediano y el pecador: (Sí, ¿o es que no lo notas en su Pasión, azotado y sangrante por

»las injurias?).

»V. De hombre a hombre, te bajas del pupitre y obras como un barro de inferior calidad pero

»el chorro de Gracia de tu vida lo das sin tasa y seguro, con la fuerza del Dios que

todo lo puede.

»VI. Échale al mundo sin guardaespaldas, a todo riesgo, que no hay vacuna como la de la

»Gracia y hasta el peor de los hombres te podría contagiar un algo que te faltase.

»VII. Cuando des, da bienes, corazón y gracias, porque ¡menudo favor te hace Cristo con

»dejarse socorrer en el pobre…!

»VIII. No juegues al colosalismo apostólico y no andes de zascandileos con Cristo por los

»callejones mientras no lo tengas como un rey en tu trabajo y en tu ambiente.

»IX. En el cielo no entran ni las tortugas ni los caracoles. Tú lo escalarás en equipo y con

»un buen sello de urgencia estampillado en el corazón.

»X. Ni tus manos, ni tus labios, ni tu cabeza se dejarán caer sobre una almohada sin que

»noten las agujetas de haberse “quemado” por Cristo todo el día.»

Gracias, Señor, por estos hombres en los que vemos las maravillas que tú haces. En ellos vemos tu resurrección, tocamos que el amor es más fuerte que el dolor, que la traición, que el resentimiento y que el odio. Dame un gran amor, y así seré capaz de estar alegre y contagiar tu paz a los demás también en los momentos más duros.

Puedes hablar a Dios del decálogo de Lolo, y quizá comentarle alguna de sus oraciones.

 

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