Beato Bartolomé Pucci-Franceschi, presbítero franciscano. 1245-1330
Cuando fue mayor de edad, renunció a la vida familiar e ingresó en el Convento de San Francisco de Montepulciano. Se consagró al Señor con el consentimiento de su esposa, tuvo caridad con los más pobres y se le atribuyen varios milagros.
Nada podrá destruirlo
Un hecho extraordinario se produjo en México durante la mañana del 14 de diciembre de 1921 en la basílica de Guadalupe. Se encontraba vacía de feligreses. Luciano Pérez, un gigantesco obrero de la construcción, entró en la iglesia llevando con esfuerzo un enorme ramo de flores, proporcionado a su enorme tamaño. De haberse encontrado en ese momento algún observador en la Basílica, se hubiera sorprendido de que Luciano Pérez llevara el ramo con las dos manos y los músculos tensos, dada la extraordinaria fuerza física que se le atribuía; tanta fuerza tenía —se decía—, que le permitía arrojar con facilidad un ladrillo hasta el tercer piso de una casa en construcción. En efecto, le pesaba tanto porque el interior del ramo contenía una pesadísima carga de dinamita.
Luciano Pérez, subió las gradas del altar y depositó a los pies de la Virgen de Guadalupe la ofrenda floral. Se marchó y poco después explotó la potentísima carga de dinamita. El mármol de las gradas del altar quedó hecho añicos, los candelabros y objetos de metal se doblaron y retorcieron como si fueran de goma, todos los cristales se rompieron incluidos los de los edificios vecinos, pero el cristal de la Virgen de Guadalupe ni siquiera se agrietó: «Este hecho —concluyen los expertos— no puede ser explicado científicamente.»
¿Por qué Dios quiere hechos milagrosos como éste? Para decirnos bien claro que la Virgen existe, que sigue siendo Madre, y que el amor de los cristianos hacia Ella nada podrá destruirlo.
Santa María, ya se ve que Dios tiene interés en dejarnos muy claro a los hombres que Él tiene una predilección grande por ti. Es incapaz de negarte nada: por algo eres su Madre. Confío en ti más que en nadie.
Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído. Después termina con la oración final.
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