Nuestra Señora de los Dolores, Fiesta.
Recordamos los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida por haber aceptado ser la Madre del Salvador, sobre todo en la Pasión. María saca su fortaleza de la oración y nos da fuerza en los momentos de dolor.
La Virgen de los Dolores
Hoy celebramos a Nuestra Señora la Virgen Dolorosa. Esto del dolor es un misterio que no nos gusta demasiado. Sin embargo, el padre Pío solía decir que las penalidades son un honor que Dios nos hace, pues nos reserva el mismo trato que le dijo a su Hijo, una muestra de su confianza en la persona que permite que sufra. Conozco algunos que se enfadan si se les dice esto… y les comprendo: es un misterio que hace daño y encima se me dice que esté agradecido. Sin embargo, sólo viviendo el misterio del sufrimiento se nos desvela el misterio. Aunque no entendamos, vivirlo agradecidos por el privilegio que nos concede. Decía el padre Pío:
«La tribulación es señal clarísima de que el alma está unida a Dios: con él estoy en la tribulación. Ten por cierto que si a Dios un alma le es grata, más la pondrá a prueba. Por tanto, ¡coraje! ¡Y adelante siempre! Cuanto mayores son las penas, es tanto mayor el amor que Dios os tiene; conocéis el amor de Dios por este signo: por las penas que os manda.»
Y continuaba con esta imagen: «Por los golpes reiterados de su martillo, el Artista divino talla las piedras que servirán para construir el Edificio Eterno. Cuando un constructor quiere levantar una casa, debe ante todo limpiar y nivelar el terreno; el Padre celestial procede de igual manera con el alma elegida que, desde toda la eternidad, ha sido concebida para el fin que Él se propone; por eso tiene que emplear el martillo y el cincel.
»Esos golpes de cincel son las sombras, los miedos, las tentaciones, las penas, los temores espirituales y también las enfermedades corporales. Dad, pues, gracias al Padre celestial por todo lo que impone a vuestra alma. Abandonaos al Él totalmente: os trata como trató a Jesús en el calvario.»
Bienaventurados los mansos. Los mansos son los pacientes, los que saben superar con fortaleza las pruebas y contrariedades de cada día sin dejarse dominar por el enfado, la ira y la impaciencia. Santa María fue mansa. A nuestra Madre no le ahorró los muchos dolores que sufrió junto a la cruz. Hoy podemos rezarle esta oración que la iglesia propone en la liturgia:
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía;
cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
¡Oh cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Y, ¿cuál hombre no llorará,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
¿Y quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo;
porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!
Llore yo con ansias tantas
que el llanto tan dulce me sea;
porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio;
porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén;
porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
Habla con ella de algo que actualmente te hace sufrir, y pídele que te enseñe a vivirlo como ella.
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