San Roberto Belarmino, Obispo y Doctor de la Iglesia. 1542-1621.
Jesuita, intervino de modo preclaro, con modos sutiles y peculiares, en las disputas teológicas de su tiempo. Fue cardenal y obispo de Capua, en Italia, desempeñando finalmente en la Curia romana múltiples actividades en defensa doctrinal de la fe.
Las señales o mandamientos
Nos dice el Catecismo que «la palabra “Decálogo” significa literalmente “diez palabras” (Ex 34, 28; Dt 4, 13; 10,4). Estas “diez palabras” Dios las reveló a su pueblo en la montaña santa. Las escribió “con su Dedo” (Ex 31, 18; Dt 5, 22), a diferencia de los otros preceptos escritos por Moisés. Constituyen palabras de Dios en un sentido eminente. Son transmitidas en los libros del Éxodo y del Deuteronomio. Ya en el Antiguo Testamento, los libros santos hablan de “diez palabras”, pero en su pleno sentido será revelado en la nueva Alianza en Jesucristo» (2056).
Así lo cuenta la Biblia: «Moisés estuvo allí con el Señor cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan ni bebió agua, y escribió sobre las tablas las palabras de la alianza, los diez mandamientos.»
Hace poco tuve que viajar por algunas carreteras comarcales. Era de noche. Un tramo de la carretera lo habían arreglado recientemente. Todavía no lo habían señalizado. La carretera era asfalto solo y oscuro, muy oscuro: ni líneas pintadas en el suelo, ni prohibiciones de adelantamiento, ni límites de velocidad… Ninguna señal.
Un imprudente diría: ¡qué bien!, no tengo ninguna prohibición, así puedo ir por donde quiera y hacer lo que quiera; nadie me prohíbe nada. Un sensato diría: ¡que incómodo!, no tengo ninguna ayuda para saber qué hacer, no sé si habrá una curva o una recta… El caso es que resultaba muy fácil salirse de la carretera y tener un grave accidente. Tuvimos que disminuir exageradamente la velocidad. En cuanto aparecieron señales… ¡qué comodidad!
Los mandamientos, los diez, no son prohibiciones caprichosas. Sería de tontos pensar: ¡Ojalá no estuviese prohibido nada! ¡Ojalá las carreteras estuviesen oscuras y sin señalizaciones! Los mandamientos son diez señales que Dios nos da para que sepamos por dónde va la carretera de la felicidad y hacia el cielo.
Por eso, cuando uno dice: «Mejor no saber lo que está mal y así puedo hacer lo que quiero», esa persona no ha entendido nada. Es como decir: «Mejor no saber que el veneno mata y así lo puedes comer.» Podrás comerlo, sí, pero te hará daño, te matará.
Qué bien entendemos las palabras del salmista:
Tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma;
la explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes;
abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos (118).
Gracias, Dios Padre, por cuidarnos tanto. Gracias por ayudarnos con los mandamientos que Jesucristo nos reveló. Que me entere de que cuando la Iglesia nos prohíbe algo, es una ayuda que me señala aquello que me destruye como persona, aquello que me hace daño. Gracias, y que lo entendamos todos los cristianos. «Enséñame tus leyes; instrúyeme en el camino de tus decretos, y meditaré tus maravillas… correré por el camino de tus mandatos cuando me ensanches el corazón» (Salmo 118).
Ahora puedes seguir hablando a Jesús y María con tus propias palabras, comentándole algo de lo que has leído. Aprovecha para darle gracias por conocer sus mandamientos.
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