San Evaristo, Papa y Mártir. Siglo I.
V Papa. Recibió educación judía y aprendió en los liceos helénicos. Convertido al cristianismo, viajó a Roma donde destacó por sus conocimientos de la Sagrada Escritura, ser docto en la predicación y humilde en el servicio. Muere mártir hacia el 117.
Quiero transmitir a todo el mundo un mensaje
Terminó una promoción de una institución académica prestigiosa. Una comida de todos los alumnos. Al final, en nombre de todos, uno de ellos se pone de pie para decir un discurso que había preparado. Se trataba, como es habitual, de ser portavoz de los compañeros. Sus palabras fueron de este tenor: Ya podemos entrar en el mundo del trabajo, hemos sido excelentemente preparados, somos la élite de la sociedad, podemos triunfar, en breve tendremos ocasión de acceder al poder, por nuestros puestos de trabajo seremos personas de mucho dinero, vamos a triunfar… somos los mejores, triunfar, dinero, triunfar, éxito, éxito…
Qué contraste con lo que escribía, por ejemplo, Frank Capra, el director de cine de películas como Qué bello es vivir y tantas otras exitosas. Comentaba así lo que pretendía con una de sus películas: «Pero también veía en ella algo más profundo, algo más grande. Oculta en Vive como quieras (es el título de otra de sus películas) había una oportunidad de oro de dramatizar el “ama a tu prójimo” en un drama vivo. Lo que las iglesias de todo el mundo predicaban a apáticas congregaciones, mi lenguaje universal del cine podía transmitir de una forma mucho más entretenida a las audiencias cinematográficas, si podía demostrar en el conflicto teatral que la ley espiritual de Cristo puede ser la fuerza sustentadora más poderosa de la vida de cualquiera.»
El joven del discurso de la comida de despedida parece que lo que busca con su trabajo es el éxito, triunfar, dinero, demostrar su valía, que el trabajo le suba a un gran pódium. El director de cine parece que busca aprovechar su trabajo para influir positivamente en el mundo, para hacer ver que el amor es la fuerza que debe sustentar toda vida, para aportar a los espectadores, para servirles transmitiéndoles de modo comprensible un mensaje que de otro modo podría resultarles lejano o abstracto.
Ahí está la alternativa: estudiar y trabajar mucho y bien… para hacer un yo muy grande, triunfar para demostrar mi valor y ganar mucho dinero; o estudiar y trabajar mucho y bien… para poder servir mejor, hacer un mundo más justo y pacífico, influir en más personas ayudando y que el mensaje de Cristo se implante en el mundo. Es decir: trabajar por avaricia o por generosidad. Los cristianos queremos trabajar siempre por generosidad.
Ayuda ofrecer el día nada más levantarnos. Con tus palabras o con una fórmula de las que nos han transmitido en nuestra familia cristiana.
Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco enteramente a ti, y en prueba de mi amor de hijo te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón. En una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, oh Madre de bondad, guárdame y consérvame como cosa y posesión tuya. Así sea.
Puedes comentar con Él si haces el ofrecimiento de obras al levantarte, y cómo hacer para acordarte o para hacerlo mejor.
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