San Marcelo, Mártir. Siglo III-IV.
Hispania, Marcelo, centurión romano, arrojó su espada y bastón de centurión ante las tropas en la celebración del cumpleaños del César defendiendo que el era cristiano y sólo podía militar en el ejército de Jesucristo. Marcelo es condenado a la decapitación.
Los «habemos» de todos los colores
Los cristianos no son los hombres ejemplares. Ni mucho menos. El único hombre ejemplar es Cristo. Los cristianos, no.
Entre los cristianos «los habemos» de todos los colores: algunos somos maniáticos, otros ladrones, infieles, viciosos, falsos, vagos, locos, vanidosos, chulos, raros, acomplejados, extravagantes, fantasmas… ¡Pues claro que sí! Y los siete pecados capitales los padecemos: pereza, soberbia, lujuria, ira, gula, envidia, avaricia. Los tenemos todos los cristianos. ¡Qué le vamos a hacer!
Muchos se empeñan en escandalizarse diciendo: «Muy cristiano pero luego mira…; menos rezar y más…; tanta misa para después esto…» Se escandalizan porque quieren, porque ya en el Nuevo Testamento está escrito: «Dios elige lo necio del mundo para confundir a los inteligentes; elige lo débil del mundo para confundir a los fuertes.»
Los cristianos no somos ejemplo en lo que hacemos… pero sí lo somos en el espíritu que respiramos. Todos sabemos que Dios es Padre, y nos gustaría ser mejores hijos suyos —parecernos a nuestro Padre—, y vamos luchando y dejando que Dios nos transforme, poco a poco —son muy lentas estas transformaciones que van curando fibra a fibra el corazón, los hábitos, la afectividad y la voluntad, la inteligencia—. Y nos esforzamos por no cansarnos de nuestros defectos, porque esta transformación es posible, y si la buscamos durante toda la vida, aunque aquí no la conseguiremos nunca completamente, sí sabemos que después de la vida Dios nos la dará en plenitud: allí seremos dioses.
Al mismo tiempo, vamos luchando por adquirir las virtudes capitales, poco a poco, con pasos muy pequeños y concretos: diligencia, humildad, castidad, paciencia, templanza, caridad, generosidad. Cada día, en el examen, concretarnos un detalle pequeño en alguna de estas virtudes, damos así un paso. Y… ¡paso a paso se recorren grandes distancias!
Señor Jesús, que no juzgue a los demás cristianos. Que cuando vea errores en sus vidas, aproveche para pedirte por ellos, para ayudarles con mi comprensión, para animarles a que no se cansen de sus errores y a luchar contra ellos. Gracias, Señor, por elegirme como cristiano, pero que jamás me crea superior a nadie.
Ahora es el momento importante, en el que tú hablas a Dios con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído. Pídele no asustarte nunca de encontrar en ti los pecados capitales. Cuando lo hayas hecho, termina con la oración final.
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