San Ambrosio, Obispo y Doctor de la Iglesia. 340-397
Destaca por sus discursos y como buen pastor enseñaba cantos litúrgicos. Fue él quien introdujo en occidente el canto alternado de los salmos.
Santo en las fiestas
«Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la Madre de Jesús» (Jn 2, 1).
¿Y qué hace María en las bodas de Caná? Participa en una fiesta con sus familiares y amigos. Lo pasa bien y está ocupada en que los demás estén a gusto. Está pendiente de todos. No tienen vino. Se da cuenta y, aunque no es quien organiza el banquete, se implica para que la fiesta salga bien.
En cierta ocasión preguntaba a una niña si había pensado la posibilidad de proponerse ser santa. Con gran espontaneidad me contestó que se le había pasado por la cabeza alguna vez, pero que no quería porque le parecía un rollo, un aburrimiento.
—¿Por qué va a ser un rollo ser santa?
—Porque eso de estar todo el día en la iglesia… no me va.
La santidad no es cuestión de meter horas en la iglesia. A Dios le encontramos y le amamos tanto en una iglesia como en una fiesta, tanto en un bar como en un aula… A Dios le interesa todo lo que hago. Haga lo que haga él me tiene presente, haga lo que haga puedo hacerlo con él; puedo ofrecerle hasta lo más pequeño e intrascendente…
No es cuestión de meter horas en la iglesia o en la sacristía. Más bien se trata de descubrir que él está presente conmigo todo el día, y me llama, me hace gestos… Así lo decía Newman: «Cristo no nos llama una sola vez sino muchas. A lo largo de nuestra vida, él nos sigue llamando. Nos llamó al principio, en el bautismo, pero nos llama más tarde también. (…)Tenemos que comprenderlo, aunque somos lentos en darnos cuenta de esta gran verdad: Cristo camina con nosotros y con su mano, con sus ojos, con su voz nos hace signos para seguirle. No nos damos cuenta de que su llamada tiene lugar en este preciso momento. Pensamos que tuvo lugar en tiempos de los apóstoles, pero, en realidad, no creemos en ella ni la esperamos de verdad para nosotros mismos».
Madre, que sepa hacerme santo en las fiestas, cuando salgo con las amigas y amigos, comiendo, en el ordenador, viendo la televisión, cuando hago deporte, durmiendo, leyendo… ofreciendo las cosas que hago y estando pendiente de Dios y de quienes están conmigo mientras tanto. Que esté siempre pendiente de que los que están conmigo se encuentren a gusto y lo pasen bien.
Habla con él si le tienes presente durante el día, pídele que conceda ese regalo, mira qué otros medios puedes poner… María puede ser tu aliada en esto.
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