San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia. 1542-1591

Por consejo de santa Teresa, fue el primero que emprendió la reforma de la Orden. Buscó siempre una vida escondida en Cristo y quemada por la llama de su amor.

¿Puedes humillarte?

El cura de Ars repetía continuamente este consejo: «Sed humildes, sed sencillos; cuanto más humildes, mayor será el bien que hagáis.» Para grabarlo a fuego en sus feligreses solía predicar esta historia:

El diablo se apareció un día a san Mauricio diciéndole:

—Todo lo que tú haces, lo hago yo también. Tú ayunas, y yo no como nunca; tú velas, y yo no duermo nunca.

—Una cosa hago yo que tú no puedes hacer.

—¿Y cuál es?

—¡Humillarme!

La primera vez que escuché esta anécdota me pareció muy fuerte porque… ¡cuesta tanto humillarse! ¡A veces no somos capaces! ¡Y cuando no podemos humillarnos… mal asunto!

Humillarte es reconocer que te has equivocado y decirlo. Humillarte es decir la verdad aunque quedes mal con tus amigos, con tu familia, con el sacerdote, con quien sea…

¿Por qué algunas veces en vez de decir que no lo sabes, dices que ahora no te sale? ¿O que estaba comunicando el teléfono, en vez de decir que te has olvidado? ¿O que has pillado un atasco, en vez de decir la verdad? ¿Por qué dices más o menos, en vez de decir exactamente? ¿por qué dices que no has conseguido eso porque pasabas, cuando la verdad es que no podías? Humillarte es obedecer aunque no entiendas. Humillarte es aceptar las humillaciones que recibes sin merecerlo… y muchas cosas más.

La humildad es una de las grandes lecciones de la Navidad. Desde la Edad Media solemos representar el pesebre como un edificio más bien desvencijado. Es posible todavía reconocer el esplendor que tuvo, pero ahora se encuentra en ruinas, destartalado, abandonado… y por eso convertido en un establo. Aunque esto no tiene un fundamento histórico, expresa bien algo que se esconde en el misterio de la Navidad.

En Belén, ciudad del rey David, este nuevo rey que es Jesús reina desde un trono distinto: desde una cuna. Y su palacio también es nuevo. Desde la sencillez del niño Jesús está anunciando el nuevo modo de reinar en el mundo. Desde el nuevo palacio del establo nos anuncia que el nuevo poder que atraerá todo hacia él será la bondad y el amor manifestado en la Cruz. La verdadera realeza se realiza en la entrega del que se humilla. Tenemos que humillarnos para entendernos con Jesús.

Señor en este adviento quiero que me hagas humilde. Por mi parte, aprovecharé todas las ocasiones que tenga de hacer un acto de humildad. Madre mía, ¡esto sí que me supera! ¡ayúdame más!

Ahora te toca a ti hablar a Dios con tus palabras, comentándole lo leído o lo que quieras.

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